Vale, de acuerdo. No soy un Adonis, ni un Brad Pitt, pero ella me dijo mil veces que no le daba le daba importancia al físico, que solo miraba en el interior. Que al cabo ya había aprendido que el tiempo estropea la cara la más bonita y que los años arrugan el cuerpo y las manos más cuidadas. Y yo, enamorado, la creí. Tonto de mí. La creí.
Aún recuerdo la primera cita, a la que acudí asustado e inseguro tras mirarme al espejo, y sus palabras, que me sonaron a música.
-“La bondad es lo que en verdad enamora”- me decía.
-“Nunca han dejado de conquistarme unos ojos sinceros”- me aseguraba.
-“Hasta el fin del mundo iría con alguien generoso”- me prometía.
¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira tras mentira!
Y además fue cruel. Antes de asestarme el hachazo permitió que llegáramos a conocernos, que intimáramos (hasta cierto punto), y que nos diéramos detalles de nuestras vidas. Pero cuando llegó el momento de la verdad, la triste realidad se impuso y no quiso por nada del mundo que la vieran de la mano con un hombre gordo, calvo y bajito. ¿Qué clase de persona podría actuar así? ¡Qué enorme decepción!
Y eso que desde el principio le hice ver que conmigo tendría una vida desahogada. Porque, además de buena gente, soy un empresario de éxito. Y honrado. No vayan a creer todo eso que publican los periódicos sobre mí.
Yo nunca he falseado nóminas para robar a mis empleados, ni he pasado maletines, ni tengo dinero en Suiza. Nada tengo que ver con la paliza que le dieron a aquel tipo que no quería venderme su casa para dar un pelotazo. Todas esas fotos y ese maldito video son un montaje de esos cabrones envidiosos a los que se les permite difamar y campar a sus anchas por aquí y por allá. Hienas, eso es lo único que hay en este país, hienas carroñeras que nos envidian a los que somos capaces de todo para triunfar en esta jodida selva.
Recuerdo el día en que ella me preguntó por todos esos titulares. Fui plenamente sincero, no quería mentirle a la que quizá fuera la futura madre de mis hijos.
-Tranquila – le dije haciéndole un guiño-, no pueden probar nada.
Se dio la vuelta y no volví a verla nunca más. No lo entiendo. Bueno, si…como ya dije antes, resultó ser como todas y no quiso que la vieran de la mano con un hombre gordo, calvo y bajito.
Así son. Me dicen que solo miran mi interior, que lo demás no importa, me dan aliento y esperanzas, pero al final las muy ... solo se fijan en mi físico.

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