lunes, 8 de septiembre de 2014

RELATO: TU Y YO, JEFE

Algo se ha torcido, jefe. Algo salió mal. Son cosas que pasan, de las que nadie tiene la culpa. Pero a mi me toca pagar, jefe. Sé que a tu edad no puedes entender lo que esto significa, que en tu inocente cabecita no cabe imaginar el dolor y la dureza del castigo que se me impone. Me privan de ti, jefe. 
 
Desde hoy mismo no me está permitido darte las buenas noches a los pies de tu cama, ni prepararte la merienda, ni escaparme contigo a la salida del cole para tomarnos un helado. Por lo visto, a partir de ahora sólo puedo hacerlo un fin de semana de cada dos y los jueves impares, y ciertos días de vacaciones, creo. O que se yo. Eso dicen los papeles, jefe.

Me condenan. Mil risas y otros tantos momentos tuyos me serán robados para siempre y en muchas de tus fotos ya no estaré yo. Y esto es lo que me preocupa, no lo que digan los papeles.

El único trato en el que me va la vida es en el que ahora hago contigo. Te aseguro que es necesario jefe, porque probablemente oirás muchas cosas sobre mi. No hagas caso a esas voces y piensa en mí como lo que soy, porque de todo esto sólo quedaremos tu y yo. Los demás nos sobran. Sabes que desde que naciste todo lo mío es tuyo, que si solo me quedaran monedas para un plato sería para tí,  y que si para un sólo par de zapatos tuviera, sería yo quien andara descalzo y no tú. Esta es la única verdad, y todo lo demás que puedan contarte serán cuentos de viejas, farfullas de abogados y milongas que deben importarte un carajo, jefe. Tú sabes que yo siempre estaré ahí, todo lo cerca que me sea permitido y todo lo presente que me sea concedido.

El trato es sencillo. Tú sólo debes recordar que soy tu padre, que lo soy allá donde estés y a cada minuto del día. De todo lo demás despreocúpate, ya me encargaré yo jefe.

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