martes, 10 de mayo de 2016

RELATO: A LOS PIES DEL ARCO IRIS

Sigo buscando. Nunca descansaré. Debo encontrar el final del arco iris, y también su principio. Es preciso. Me queda tan poco tiempo, y es tanto lo que he de andar.
Cuando llegue allí, a sus pies, me susurrará al oído el secreto de sus colores; y me cobijará bajo su curva enorme, reconociéndome pequeño e insignificante; y nos atravesaremos ambos de parte a parte, desnudos, para que mi piel brille como el sol y mi cara se llene de agua pura de rocío.
 
Pero me temo que, cuando llegue ese día, todas esas sensaciones, aunque mágicas, me parecerán insignificantes, meras banalidades totalmente prescindibles. Que ese inmenso arco de colores no será mucho más que un cartel luminoso o una vistosa señal de carretera; un gran reclamo de neón natural. Sí, gigante y espectacular...pero solo un reclamo al fin. 
 
Sé que tal maravilla,, aunque asombrosa, me resultará minúscula y despreciable ante lo que se esconde a sus pies, pues es algo que no tiene precio, que solo tiene valor cuando se va en su busca,  que solo tiene valor para quien va en su busca.
 
Son mis viejos tesoros, los que siempre dí por perdidos.
Allá, donde nace el arco iris… ¿dónde sino pueden estar tantos afectos perdidos? ¿A qué otro lugar pueden volar tantas caras amigas, tantos momentos del alma, tantos pedazos de vida? ¿Qué mejor lugar de reposo para todos los afectos que dejé marchar, para los que me abandonaron, para los que que huyeron de mi?
 
Sé que no murieron. Quizá en su largo viaje menguaron hasta lo infinitésimo, o quizá se sumieron en un olvidado letargo a mitad de camino. Pero no murieron, de eso estoy seguro. Porque esos afectos, los míos, los que entregué un día, todos y cada uno de ellos, son inmortales y eternos.
 
Algún día los encontraré. Ellos me esperan allí, a los pies del arco iris.