Lo encontré al fondo de la
librería, en la sección de Bricolaje, cuando buscaba algún manual para meterle
mano al maldito grifo de la cocina. Allí, casi invisible, entre el “Alicáteselo
usted mismo” y el “Carpintero por un día”, me llamó la atención un sugerente título:
“Bricofelicidad: sea feliz en tres pasos”.
Era obvio que el libro, que no tenía
autor, había ido a parar a dónde no debía. Sin duda el librero se había dejado llevar por
el título y lo había ubicado entre los bricolajes y las bricomanías, en vez de ponerlo
en los estantes propios de su temática, ya saben: las autoayudas, los karmas,
los coachings y todo ese lío.
Metí el dedo en el estrecho hueco
por encima del libro y tiré de él. Cómo si los gruesos volúmenes que lo
escoltaban se resistieran a dejarlo marchar, tuve que insistir con fuerza hasta
que pude arrancarlo de la estantería. El ejemplar era ciertamente pequeño y
delgado; con no más de 20 o 25 páginas. Ya en mi mano, lo abrí para ojearlo…y
en el segundo renglón ya estaba atrapado.
Línea tras línea, párrafo tras
párrafo, la lectura me iba descubriendo verdades diáfanas y evidentes que,
increíblemente, hasta ese instante, habían estado totalmente ocultas para mí, y
creo que para cualquiera. Conforme iba avanzando notaba que se ensanchaba mi horizonte
y se avivaba mi mente, como si yo no fuera más que un bebé al que le enseñan
sus primeras palabras. Y cada reflexión implicaba un replanteo absoluto de mis más
fuertes convicciones, con una nueva visión de la vida y del mundo, mucho más
positiva y mucho más creativa.
Sobrepasado por la situación,
cerré el libro de golpe. Eran demasiadas verdades, demasiada luz, demasiado impacto.
Abrumador y excesivo para un solo día. Pero me sentía feliz. Agarré con fuerza
el libro y me dirigí a la caja. Cuando el viejo librero me vio llegar al
mostrador con él en la mano y se sonrió.
-Buena elección joven – me dijo-
aunque sin duda lo mejor de ese libro es el epilogo.
La curiosidad me detuvo por un
momento y me giré de nuevo hacia el pasillo simulando un olvido. De nuevo en la
intimidad, abrí el libro por su última página y leí:
“Querido amigo: Este sencillo manual
no ha sido escrito por nadie que conozcas, siquiera por nadie que esté vivo, o
que haya vivido. Incluso quizá por nadie que haya pisado este planeta. Sé cómo
te sientes y el cambio que tu alma acaba de sufrir. Entiendo tus dudas, tus
miedos y tus preguntas, así como también
sé que quieres este libro, que lo quieres por encima de todas las cosas, para
que esté en tu mesita de noche, para que sea tu biblia, para obedecerlo como guía
de vida. Pero debes saber que en esta “Bricofelicidad: sea feliz en tres pasos”
el primer paso debes darlo tú.
No existen muchos ejemplares de
este manual, probablemente, a estas alturas, ninguno aparte del que tienes en tus
manos. Por eso te pido que, puesto que el primer paso hacia a la felicidad es
compartir, lo dejes en la estantería para que otros tengan la misma suerte que
tú. Si te lo llevas, si lo compras y te lo quedas solo para ti, ya nada de lo
que has sentido funcionará”.
Ha pasado ya tiempo, mucho más del
necesario para pensar y entender. Tanto, que al fin he sabido descifrar el
mensaje del libro. En realidad no eran tres pasos, sino solo uno. Era solo uno,
no me cabe la menor duda, porque cada vez que recuerdo que fui capaz de dejarlo
allí, me siento profundamente feliz