lunes, 24 de octubre de 2016

RELATO: MALO MALISIMO

Es mi papel y no puedo cambiarlo. Sin quererlo me toca ser el villano del cuento, el terrible ogro que hostiga al héroe, el malo malísimo de horrible mueca y diabólica carcajada.


Es así como él me ve hoy, como el Barbanegra que azota su barco, como el malvado que pone límites a su mundo y grilletes a sus ansias. En su despreocupada y feliz existencia me toca ser el carcelero de sus ilusiones y el lastre de su alocado vuelo. Soy el que le hace ver películas en blanco y negro, para que no crea que todo en la vida es de colorines y confeti. Soy la rémora que no le deja vivir como si no hubiera un mañana, el aguafiestas, el pesado de los cojones.

Sí, soy el padre de un adolescente. Como dije, es mi papel y no puedo cambiarlo. Otros de la familia consiguieron personajes más agradecidos, más de cabecera de cartel -el de la hermana cómplice, el del tío bonachón, el de la madre comprensiva y cariñosa-. Éste, el que nadie quiere interpretar, me tocó a mí. Y es una mierda.

Ojalá que con el tiempo él me recuerde sin la negra barba de pirata y sepa borrar de su mente mi fingida y horrible mueca de malo malísimo (mueca que, por cierto, me asusta a mí mismo). Ojalá comprenda algún día que cada grito y cada límite evitaron que se despeñara mil veces y que solo si has tenido un grillete sabes valorar lo que significa ser libre. Ojalá entienda que en nuestros enfrentamientos cada NO tenía un motivo, y que cada tras  “LO HACES PORQUE SÍ” había una explicación, aun lejana para él.

Sería un buen premio que llegara a entender todo eso, pero sería un premio aún mayor poder verlo volar alto, con fuerza para sobrellevar los verdaderos lastres de la vida, y tener la seguridad de que no tolerará otros grilletes, ni para él ni para otros. Y saberlo sereno y sin miedo, siempre por encima de las amenazas de los imbéciles y de la prepotencia de los idiotas.

Espero que llegue el día en que lo oiga reír a carcajadas, fuerte, libre y a pleno pulmón, en las mismísimas caras de los malos malísimos de verdad, por muy horribles que sean sus muecas. Ese día y no otro, el día en que por fin él me mire y entienda que yo solo fui un malísimo de pega, sabré que he bordado mi papel.