viernes, 31 de octubre de 2014

RELATO: EL ENCUENTRO

 Tras varios años de tiras y aflojas tocaba dar un paso más, probablemente el definitivo. Ambos querían -necesitaban- comprobar si  tantas palabras comprometidas tenían un sentido,  si todo lo dicho y hablado  era algo más que puro humo. Ambos ansiaban ya un “momento de la verdad”, ver las  cartas del otro boca arriba. 

Así que fijaron una fecha para el encuentro. Dos semanas.
 
En los primeros días tras tan definitiva decisión la ilusión les espoleó. Fueron días de comunicación  fluida y continua, de prepararse para el momento, de no decepcionar, de parecerse exactamente a lo que el otro esperaba; pero conforme se iba acercando el día  el nerviosismo fue ganando terreno. Surgieron las lógicas dudas y mucho de lo que hasta ese momento se había dado por válido, comenzó a cuestionarse.
-¿De verdad vas a ser tan increíble como aparentas? ¿No será una pose lo tuyo?
- ¿Y tú? ¡Me parece imposible que exista alguien tan simpática!¡Habrá que comprobarlo!
Quizá no fuera una buena idea. Quizá debieran esperar un poco más, ¡qué sé yo!  contarse más cosas antes de dar el paso. Lo cierto es que el miedo a la decepción les sobrevoló durante esas dos largas semanas. ¿Cómo sería ese encuentro? ¿Qué se dirían? ¿Cómo reaccionarían?  Miedo, había mucho miedo, pero tarde o temprano tenía que suceder pues una relación no podía mantenerse así, en constante incertidumbre, sin que la vida de uno fuera parte real y total de la del otro.
Llegó el día. Cada uno respiró hondo frente a su ordenador. No había marcha atrás.
Tal y como habían convenido, ella le envió una solicitud de amistad y él la aceptó. Diez minutos más tarde se vieron en el salón. Como siempre, se sentaron juntos en el sofá, frente a la televisión, sin decir palabra. Pero hoy era distinto.
Hoy, tras diez años de convivencia,  por fin había llegado el momento de ponerlo todo en el asador, de conocerse de verdad, sin secretos. Allí, en la red, donde nada se esconde.

lunes, 27 de octubre de 2014

RELATO: EL NIÑO FEO

 
¡Se llevan al niño feo! ¡Se llevan al niño feo!

La noticia corrió como la pólvora por todo el orfanato. Pero nadie lo creía. A esas alturas, todos daban por hecho que Boris, al que incluso las monjas llamaban “el niño feo”, se quedaría allí hasta que cumpliera la mayoría de edad y llegara el momento de tener que buscarse la vida en la calle.

Habían sido cientos de entrevistas, de esperanzas, a las que Boris siempre había acudido con la mejor de sus sonrisas y con cariño a manos llenas, pero todas las parejas se fijaban únicamente en sus rasgos indígenas y en su acentuado estrabismo, sin reparar en la hermosa sonrisa escondida tras aquella boca torcida repleta de dientes descolocados. Él nunca fue el elegido, pero aún así se alegraba cada vez que algún otro encontraba un lugar, una familia y un futuro. En su generosa inocencia no cabía el rencor, aunque el premio fuera siempre para uno más rubio, o de ojos más claros, o con más gracia. Más perfecto. 

Con la crueldad inherente a los niños, las burlas y los corrillos siguieron durante semanas.

- ¿No creerás de verdad que van a venir a por ti?
- Esos se equivocaron y pensaron que esto era un zoológico. Ja, ja, ja.
- ¡niño feo!¡niño feo!¡niño feo!

Angélica acariciaba el rostro de su hijo, sus labios torcidos, su tez morena, su pelo negro. Así es como quería pasar sus últimos momentos, frente a él. Sus miradas se despedían, pues a ella apenas le quedaba aliento para unas horas. Boris hizo una seña a su mujer y a sus hijos, que lloraban desconsoladamente, para que se acercaran también a abrazarla.

-No eres consciente de la felicidad que has traído a mi vida, "niño feo” –dijo Angélica a su hijo.

-El, cumpliendo con el chascarrillo que mantuvieron toda la vida, le dedicó una exagerada mueca de feo y sonrió antes de responderle.

- Si, ya sabes, el más feo del mundo, mamá.

Ella cerró los ojos lentamente y se fue en paz. 
 
Tal y como ya habían convenido, esa misma tarde Boris abrazó a su mujer y a sus hijos despidiéndose de ellos hasta su vuelta. Iba orgulloso de ser quien era, de sus orígenes, de su familia, de lo que estaba a punto de hacer. Si, iba a traer a casa, con los suyos, lo más prometido, lo más deseado. 

Iba a buscar un niño feo.

jueves, 23 de octubre de 2014

RELATO: PUERTA ABIERTA

(A mi hija Carlota)

PUERTA ABIERTA

Ha vuelto, pero la sigo echando de menos. Me mira con sus ojos de brillo nuevo mientras ríe y me cuenta alegre de lo suyo, de su vida, de sus cosas. Y me besa. Y yo la abrazo y me siento morir, pues aún allí, entre mis brazos, la sigo echando de menos.
 
Porque sé que dentro de poco me tocará llevarla por última vez al cruce de caminos, para que escoja uno. Conociéndola sé que no tendré que empujarla para que se adentre en él. Sé que lo hará sin mirar atrás, riendo y sin lástima por mí. Después de mis mil “Te quiero”, cuando esté lejos, le gritaré bien fuerte lo último que quiero que oiga de mi, mi despedida: “¡YO SE QUE ME QUIERES!”
Pues yo no podría soportar que, al girar la cabeza a lo lejos, sufriera pensando que no me lo ha dicho lo suficiente.
Aquí solo quedará una puerta. Lo demás ya no importará. Solo una puerta. Siempre abierta
 
(De "Mirtokistán y otros relatos" - Antonio Arias)

domingo, 19 de octubre de 2014

RELATO: LO FUNDAMENTAL

Todo empezó con un problema en su seno derecho. Se le amputó. Por otro lado, hubo que hacer lo propio con mi pierna izquierda por la picadura de un mal bicho. Mala suerte. Debo reconocer que fue un tiempo de malos tragos, pero las prótesis ya eran una realidad por aquel entonces y esas faltas corporales apenas si se notaron por lo que, a pesar de las lógicas dudas iniciales, nuestras vidas no cambiaron en lo más mínimo. 


Un accidente de coche propició, algunos años más tarde, una segunda tacada de operaciones e implantes. Una pierna izquierda y un brazo derecho para ella, y un brazo izquierdo para mí. Lo cierto es que la medicina había avanzado como nunca y los artilugios mecánicos de última generación eran más funcionales y prácticos incluso que los miembros amputados así que, como ya ocurriera la primera vez, no nos costó acostumbrarnos a la nueva fisonomía y necesidades del otro, y hacer que nuestras vidas siguieran sin cambiar en lo más mínimo.

Ya con avanzada edad, los avances tecnológicos nos ofrecieron la alternativa de quedarnos por aquí unos cuantos años más. Por supuesto, no quisimos renunciar a dicha alternativa, aunque tuviéramos que vivirlos con casi todo de prestado: prótesis de plástico para los órganos, corazones de PVC, respiradores metálicos externos, ojos biónicos, implantes cocleares, y un largo etcétera. Aunque ninguno conservábamos ya ni la cuarta parte del cuerpo con el que nos conocimos, a esas alturas ya empezábamos a tomarnos a risa nuestros aspectos, y entonces sí que todo comenzó a cambiar. Pero, para nuestra sorpresa, para mejor. Para mejor porque todo lo pasado, todo lo sufrido, había servido para eliminar dudas, para desterrar miedos y para hacernos vivir confortablemente, en la más absoluta confianza, en brazos de la certeza en el otro.

Así que hoy seguimos juntos, con el brillo intacto y la risa abierta, dando gracias al destino por habernos unido y preocupándonos únicamente en cuidarnos mutuamente, sin bajar los brazos (los que nos quedan). Seguimos aferrándonos cada día el uno al otro, sin soltarnos un ápice y pidiendo a Dios que nunca se pudra y tengamos que amputar nada de lo fundamental.


Sí, lo fundamental. Todas aquellas cosas que nos han traído juntos hasta aquí y que,  al igual que el tiempo, no admiten prótesis.

jueves, 16 de octubre de 2014

RELATO: QUIERETE

Nos ocurre a muchos a veces, aunque tampoco tan a menudo, que el alma, sin previo aviso ni notificación, pide soledad. La petición puede llegar en cualquier momento o lugar, y los que saben de qué hablo no dudan en atenderla con premura, casi como si fuera una urgencia médica.

El caso es que esa inesperada llamada al “contigo mismo” nunca respeta a nada ni a nadie; y tanto le da pillarte tranquilo en tu casa, que interrumpirte en una reunión de trabajo, que sorprenderte en medio de la pista de baile. Sea como fuere, una vez que te atrapa su íntima conversación te absorbe y te hace flotar por encima de todos los que te rodean, sin que te importe un carajo el paisaje, la música que suena o lo que te está contando el de enfrente. Te deja abducido, fuera de lugar. Solo en el mundo. 


Reconozco que tengo la (¿mala?) costumbre de pararme siempre a escuchar esa voz interna, sin reparar en las posibles consecuencias. Algunas veces, por hacerle caso, el cuerpo me pasa factura tras quedarme despierto hasta las tantas de la madrugada; otras me convierto en el blanco de chistes y comentarios por desaparecer de repente del más animado evento. A mí me merece la pena porque es muy probable que algún día ya no se me invite o no pueda asistir a esos “animados eventos”, sean los que sean; pero sí que me tendré a mí mismo para siempre. Y por ello tengo muy claro qué es lo que debo cuidar.

Los síntomas no tienen perdida: Una extraña sensación de estar solo entre la multitud, acompañada de un inesperado alejamiento de la realidad que te rodea. En los casos más extremos se llega incluso a asentir a todo con indolencia, sin saber siquiera cual es la pregunta. Es entonces cuando se ha  alcanzado el momento de éxtasis más absoluto, el del verdadero “¿qué más da?”


¿Lo eres? ¿Eres de los nuestros? ¿Te quieres? Si es así puedes decirlo sin temor, porque para cuando los que te van a llamar “rarito” abran la boca tú ya estarás a miles de kilómetros, en tu mundo, el que en realidad te importa. Un mundo solo tuyo, en el que ellos siquiera son piedras.

jueves, 9 de octubre de 2014

MI INTERIOR

Vale, de acuerdo. No soy un Adonis, ni un Brad Pitt, pero ella me dijo mil veces que no le daba le daba importancia al físico, que solo miraba en el interior. Que al cabo ya había aprendido que el tiempo estropea la cara la más bonita y que los años arrugan el cuerpo y las manos más cuidadas. Y yo, enamorado, la creí. Tonto de mí. La creí.

Aún recuerdo la primera cita, a la que acudí asustado e inseguro tras mirarme al espejo, y sus palabras, que me sonaron a música.

-“La bondad es lo que en verdad enamora”-  me decía.
-“Nunca han dejado de conquistarme unos ojos sinceros”- me aseguraba.
-“Hasta el fin del mundo iría con alguien generoso”- me prometía.

¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira tras mentira!


Y además fue cruel. Antes de asestarme el hachazo permitió que llegáramos a conocernos, que intimáramos (hasta cierto punto), y que nos diéramos detalles de nuestras vidas. Pero cuando llegó el momento de la verdad, la triste realidad se impuso y no quiso por nada del mundo que la vieran de la mano con un hombre gordo, calvo y bajito. ¿Qué clase de persona podría actuar así? ¡Qué enorme decepción!

Y eso que desde el principio le hice ver que conmigo tendría una vida desahogada. Porque, además de buena gente, soy un empresario de éxito. Y honrado. No vayan a creer todo eso que publican los periódicos sobre mí.

Yo nunca he falseado nóminas para robar a mis empleados, ni he pasado maletines, ni tengo dinero en Suiza. Nada tengo que ver con la paliza que le dieron a aquel tipo que no quería venderme su casa para dar un pelotazo. Todas esas fotos y ese maldito video son un montaje de esos cabrones envidiosos a los que se les permite difamar y campar a sus anchas por aquí y por allá. Hienas, eso es lo único que hay en este país, hienas carroñeras que nos envidian a los que somos capaces de todo para triunfar en esta jodida selva.

Recuerdo el día en que ella me preguntó por todos esos titulares. Fui plenamente sincero, no quería mentirle a la que quizá fuera la futura madre de mis hijos.

-Tranquila – le dije haciéndole un guiño-, no pueden probar nada.

Se dio la vuelta y no volví a verla nunca más. No lo entiendo. Bueno, si…como ya dije antes, resultó ser como todas y no quiso que la vieran de la mano con un hombre gordo, calvo y bajito.

Así son. Me dicen que solo miran mi interior, que lo demás no importa, me dan aliento y esperanzas, pero al final las muy ... solo se fijan en mi físico.