Es importante no perderse ningún detalle.
Hay que acercarse, atreverse a tocar, a oler, a acariciar. Y también hay que girarse para buscar todas
las perspectivas, y cambiar el ángulo de
visión. Es necesario, además, alejarse
y dar unos pasos atrás para captar la
grandiosidad, para relativizar y saber cómo se encaja en el todo. Así es como
debemos ver la vida real, lo cotidiano.
Despreciamos lo rutinario, lo
aparentemente aburrido, y lo desdeñamos sin cuestionarnos nada, sencillamente porque
sí, sin tener en cuenta que siempre hay más matices y colores que los que vemos.
Muchos más. Es tan solo cuestión de abrir bien los ojos.
Nos perdemos cientos de aromas por
no detenernos en la flor, y mil susurros nos resultan inaudibles porque no les
prestamos atención. Pero están ahí. Contigo o sin ti, están ahí. Así que, como
casi todo, de ti depende.
De esas vidas y hechos cotidianos
bebe este compendio de historias. Del amor y del odio, de la vida y la muerte, de
la alegría y la tristeza. De todo aquello que, para bien o para mal, día tras día, nos hace cotidianamente humanos.
Antonio Arias
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