domingo, 26 de julio de 2015

RELATO: DOS

Ajena a todo peligro, la mariposa revoloteaba alegre alrededor de la flor, libando despreocupadamente su delicioso néctar, dulce y pegajoso.
Un leve y casi inaudible chasquido la puso en alerta.
Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que estaba siendo observada. Despacio, apenas sin moverse, plegó sus alas y escudriñó cuidadosamente todo su alrededor. Hasta que lo vio.
Posado sobre una hoja próxima, un extraño y mimético ser que intentaba esconderse para no ser visto era delatado por sus intensos colores de guerra y un saliente aguijón que no dejaba duda sobre sus intenciones.
Por unos momentos, en la mariposa surgió la eterna duda del mundo animal: huir o pasar desapercibido. Demasiado tarde para escapar tuvo que escoger la segunda vía, de manera que ambos quedaron mirándose, inmóviles, atentos al más mínimo movimiento de su contrario. Él, vigilante a la huida de la mariposa; ella, pendiente del ataque de su cazador.
Y allí siguen, muriendo a cada minuto que pasa. La mariposa, temiendo por su vida y miedosa de remontar el vuelo. Y él, asomando colores de pura vergüenza y atenazado por el miedo a ser rechazado, sintiéndose incapaz de declararle su amor.

martes, 21 de julio de 2015

RELATO: NUESTRA PALOMA

Unos desagradables graznidos y el ruido de un intenso aleteo llamaron nuestra atención cuando merendábamos en el jardín. Al alzar la vista, vimos todos con horror la lucha que se libraba en el alfeizar de la planta alta, pues un negro cuervo intentaba colarse en la habitación del bebé a través de las entreabiertas hojas de la ventana, y una pequeña y valiente paloma le hacía frente interponiéndose en su camino, recibiendo los terribles picotazos de su adversario.


Mi padre fue el primero en reaccionar; tomó un palo, subió por la escalera y, justo cuando el pajarraco se aproximaba al bebé, le propinó un fuerte golpe y lo hizo huir por la ventana.

La pobre paloma, víctima de la lucha, yacía en el suelo malherida. Mi padre la recogió con mucho cuidado y la bajó al jardín. Recuerdo cómo el pobre animal temblaba y cómo los niños llorábamos  inconsolables al ver su cuerpecito blanco en aquel estado, más aún sabiendo lo que había hecho por el bebé.

En las semanas siguientes no se reparó en gastos, mimos y cuidados para con la pequeña heroína, y no pasaba una hora sin que se recibiera la llamada de algún familiar, o la visita de algún vecino, preguntando por el estado de la convaleciente. Y una vez restablecida su salud, la familia, en eterna deuda con ella, la acogió como un miembro más. Mi padre le habilitó un amplio palomar en la azotea con todas las comodidades habidas y por haber y se decidió bautizar a mi recién nacida hermana  –la víctima rescatada- con el nombre de Paloma. Cada año, en ese día, el “día de la Paloma”, se organiza una reunión familiar.

Con el tiempo, ambas, el ave y su niña rescatada, se convirtieron en la alegría de la casa haciéndose inseparables, siendo imposible ver a la una sin la otra. Y cuando mi hermana Paloma falleció, ya anciana, la enterramos tal y como había pedido, junto a su pequeña amiga. Nunca se vio mayor historia de amistad y amor entre ser humano y animal.

Esto ocurrió ya hace mucho tiempo, y la historia de nuestra paloma se cuenta en mi familia de generación en generación, de padres a hijos, para que los más pequeños aprendan que anteponer la vida de los demás a la tuya es un acto propio de las almas grandes, que al final tiene su premio; y que los gestos nobles y valientes son siempre recompensados. Yo mismo la cuento a mis nietos en la cama para dormirlos. Es una gran lección.

Pocos reparan en una pequeña cuadrícula de tierra removida junto a la tumba de mi hermana, al lado contrario de donde descansa su querida paloma. Allí enterré un cuerpo que encontré y guardé conmigo muchos años, desde aquel primer “día de la paloma”. Es el cuerpo sin vida de un ser feo, horrible y diabólico que, en aquel fatídico día, no había sobrevivido a los duros golpes de mi padre. El cuerpo de un ser olvidado, despreciado y culpable porque sí, pero que, nunca lo sabré, quizá dio su vida para salvar a mi pequeña hermana del ataque de una ladina paloma.

lunes, 13 de julio de 2015

RELATO: ESTA GRAN DAMA

Creímos ser una Gran Dama con grandes vestidos y lujosos palacios, que nuestros ejércitos conquistarían fácilmente el helado norte y que nuestros mercaderes harían gran fortuna vendiendo sus baratijas a las tribus bárbaras del lejano oriente. Que seríamos los afortunados protagonistas de un nuevo siglo de oro, la envidia del mundo conocido, orgullosos porque en nuestros dominios, de nuevo, no se pondría nunca el Sol.
Pero un día nos quitaron la venda y vimos horrorizados que los vestidos que nos cubrían eran de tela de saco y los palacios, de cartón piedra. Que nuestras legiones de "los jóvenes más preparados de la historia" no eran más que otra enésima Armada Invencible (cambiémosle ya el nombre, por Dios), y que nuestros mercaderes malvivían bajo el empuje de aquellos a los que creímos bárbaros, en realidad hijos de un oriente más culto y poderoso.
 
Ahora, al abrir los ojos, solo vemos que, efectivamente, en nuestros dominios de nuevo no se pone el sol, pues de sol a sol se trabaja sin descanso; y que somos una Gran Dama. Si, una Gran Dama vieja y desdentada a la que, además, se le han caído todos los anillos.

martes, 7 de julio de 2015

RELATO: VIDAS SECUNDARIAS

Nacieron a destiempo y a despropósito. Desde un principio, las suyas fueron vidas predestinadas, prisioneras, paridas tan sólo para dar brillo a otras existencias más ilustres. Tan solo secundarios prescindibles en la gran historia de otro. Nada más.

Se les impuso el enorme sacrificio de vivir sin elección, sin el sagrado derecho de decidir por si mismos, ya fuera para hacer de su existencia algo interesante o simplemente para tirarla por el retrete.

¡Y cómo los habían retratado! En realidad no eran tan tontos, ni tan malos, ni tan patéticos, pero era lo requerido para realzar el ingenio, la bondad y la grandeza del héroe de turno. Eran una mera necesidad comparativa.

Cada viernes, tras sus respectivas funciones, quedan todos en el café, hacen piña entre ellos y se interesan los unos por los otros, consolándose mutuamente por sus abandonos y olvidos.  Por supuesto, cada viernes, a los demás clientes del café les resulta insufrible esa reunión de feos, mediocres, tullidos y marginados de la que de cuando en cuando escapa alguna carcajada de villano o un gruñido de ogro feroz –únicas risas y voces que tienen-. Y tanta repulsa generan en la parroquia del local, que todos miran con curiosidad y asco, preguntándose cuándo, de una vez por todas, llegará algún apuesto protagonista, un héroe de verdad, dispuesto a cortar algunas cabezas y a poner fin a tanta fealdad. ¡Las cosas en su sitio, por favor!

En esas tardes de tertulia, lejos de sus vidas en la sombra, se sienten bien y se relajan sabiéndose entre iguales. La madrastra suele pedir la merienda para todos  y, como siempre, el leñador de horrible cicatriz se despacha a gusto con el chocolate mientras la bruja de Hansel y Gretel hace lo propio con los churros. También como siempre, Mudito pide su café por señas mientras acaricia al bellísimo y majestuoso cisne que se sienta a su lado y que arranca murmullos en el público de la sala, sorprendido al contemplar la más pura belleza entre tan horrenda compañía.
El ave se deja acariciar, feliz. Está con los suyos, con quienes sabe que la aceptan por ser como es, y no por su aspecto de cisne de cuento. Quizá su nombre puede resultar engañoso e incierto, pero sus amigos saben que su corazón no lo es. Para ellos es su querido Patito feo, y lo será para siempre.
Un bonito final de cuento y unas cuantas plumas no pueden cambiar eso.

jueves, 2 de julio de 2015

RELATO:RUGE LA BESTIA

Cuando vi sus ojos inyectados en sangre no tuve duda. Venía a por mí. Su mirada despedía un odio tan feroz que, en un instante, se me heló la sangre en las venas. Apenas por unos milímetros escapé a su primer embate, un zarpazo que habría acabado conmigo de golpe, y corrí. Corrí como jamás lo había hecho.
Sabiendo que toda resistencia sería inútil, huí alocadamente hasta encontrar un saliente tras el que protegerme. Creo que jamás en mi vida había rezado como lo hice en aquel momento, y me recuerdo con horror mirando al cielo, prometiendo a Dios todos los sacrificios habidos y por haber si me libraba de aquella situación.
 
Sin dejarme ver, aproveché el frágil parapeto que me cubría para intentar calmar a la bestia. A la desesperada y sin saber qué hacer me armé de valor y lancé unos silbidos, susurré unas dulces palabras y entoné una alegre y pegadiza tonadilla. Y ante mi sorpresa, los bramidos fueron bajando de tono hasta convertirse en un tenso silencio. Esperé varios minutos hasta que cerré los ojos y me atreví a sacar mi mano y a acariciarle suavemente el lomo.
 
Aún con el miedo en el cuerpo y sin creerme a salvo del todo, me asomé con cuidado. Estaba allí, amenazante, mirándome fijamente y conteniendo a duras penas sus ganas de acabar conmigo con un solo movimiento. Respiré hondo, levanté las manos en modo conciliador y le repetí las palabras de nuestra última  batalla : "vale,vale...prometo bajar la tapa, querida"