jueves, 23 de abril de 2015

RELATO: HAY AMISTADES...

¡Amistades! A algunas de ellas las recuerdo muy vagamente. Llegaron prometiendo mucho, vociferando, agitando los brazos y proclamándolo todo a los cuatro vientos…para luego deshacerse como un azucarillo con el primer aguacero, y acabar difuminándose en el olvido como fugaces fuegos de artificio. Puro teatro.
Encontré también amistades que venían con fecha de decepción, aunque en blanco: a rellenar en el mismo día en que las pusiera a prueba; y otras que, lo reconozco, consiguieron engañarme hasta que descubrí, unas antes otras después, que solo me buscaban por interés.
 
Muchas hubo que pudieron haber sido amistades de verdad pero que, más prácticas y sencillas, no quisieron crecer y se mantuvieron a distancia, cómodas al abrigo de la fiesta y de la noche, sin arriesgarse a atravesar la puerta más allá del “jiji jaja”.
 
Y luego están todas las demás, las verdaderas. Esas permítanme que las deje para otro día…

miércoles, 15 de abril de 2015

RELATO: UN BESO

Con un beso bastaría, con uno solo. Con ese recuerdo le sería suficiente. Ese beso le daría una ilusión a la que aferrarse en los malos momentos, un bastón en el que apoyarse cuando le fallaran las piernas y, aunque brevísima, esa historia de amor que al fin al cabo todos debemos tener.

Pero ¿cómo conseguirlo? ¿cómo arrancárselo si ella ya era de otro? Debía pensar en alguna manera, en algún camino. ¿Y qué si era de otro? Tenía que luchar e intentarlo a toda costa, pues no se concebía envejeciendo sin aquel recuerdo. No quedaba otro remedio que robárselo, que sacárselo sutilmente, sin que ella se diera cuenta.

La ciencia empírica estaba a su favor, pues el hechizo de la noche estrellada bajo la luna serena jamás falló. Si das con el momento y lugar adecuado ocurre que los planetas se alinean, la piel se te pone de gallina y el mundo te parece lejano. Nadie se resiste entonces a que todo parezca relativo. Tan relativo que, por un instante, llega a ser igual quien esté a tu lado, con tal de compartir esa magia. Y justo ahí, en ese momento, junto a ella, debía estar él para compartirlo.

La buscada circunstancia se dio en una fiesta. Ella salió sola al jardín, a respirar la intensidad de la noche y pasear entre las flores. Una vez lejos del ruido y la música se detuvo fijando la mirada en el horizonte, inmóvil, presa de sus pensamientos.

Él la vio desde lejos y acudió a su esperada cita. Caminaba decidido hacia su tesoro, hacia el sentido de su vida: a por el beso de su amada. Poco le importaba que luego lo odiara para siempre: ya entonces tendría su botín, su alimento vital, y eso era lo importante. Atravesó rápidamente el camino hasta ponerse al lado de ella y suspiró hondo mientras alzaba sus ojos hacia una llenísima y blanquísima luna.

-Preciosa noche ¿verdad? – dijo él.

-Sí, increíble – respondió ella sonriendo.

Él cerró los ojos y siguió hablando en el tono más suave y cautivador que le era posible.

-Si cierras lo ojos verás que el mundo se aleja y que lo importante es vivir el presente, el aquí y el ahora. Los momentos mágicos como éste, con la luna, la noche y la brisa, son para vivirlos intensamente –dijo dando un paso hacia ella-. Además –prosiguió-, nunca se sabe si tendrás una segunda oportunidad para sentir el aire fresco de la noche en la cara y poder compartirlo con alguien, con cualquiera que se encuentre a tu lado y sienta lo mismo que tú ¿No crees?- .

Se acercó e intentó tomarla suavemente por la cintura, pero sus brazos se agitaron en el aire sin encontrarla. Abrió los ojos. Ella ya no estaba allí.
Y a él le faltaba la cartera.

domingo, 12 de abril de 2015

RELATO: PLANTA 67

Tomó el ascensor y pulsó el botón de la última planta. La 67. Mientras ascendía se preguntaba si no debía haberlo pensado un poco más antes de subir, pero la decisión ya estaba tomada. Vale que quizá,una vez arriba, aquello le pareciera una locura, pero ahora no…ahora no. Ahora estaba seguro de lo que iba a hacer, de lo que quería hacer.

El visor mostraba las plantas a medida que pasaban : 51,52,53... y estando ya tan cerca de su objetivo algo, quizá el miedo, vino a llenar su cabeza con imágenes sobre la belleza de la vida, sobre el amor de los suyos, sobre el azul del cielo y el olor de las flores…

Cuando el ascensor paró cubrió rápidamente los pocos escalones que conducían a la azotea y, una vez allí, se puso en pié sobre el murillo, sintiendo el aire en la cara. Abajo, en la calle, al final de la enorme caída vertical, veía a las decenas de curiosos que se iban aglomerando para seguir la escalofriante escena.

No se iba a negar a si mismo que en más de una ocasión había pensado en hacerlo, que ya se había imaginado allí arriba cien veces para acabar con todo, para alejarse de un mundo como éste, para decir adiós a tanta maldad, a tanta injusticia, a tanta mierda. Para irse para siempre con una sonrisa cuando él lo decidiera y no cuando le tocara en suerte. Un adiós con orgullo y dignidad ¡Al carajo con todo!

Pero eso sería otro día. Hoy estaba allí, en la planta 67, por otro motivo.  

Te he visto desde abajo y he venido a por ti –dijo al desconocido que amenazaba desde hacía rato con lanzarse al vacío-. Sea lo que sea, no merece la pena.

lunes, 6 de abril de 2015

RELATO: TONTERÍA DE DOMINGO


 Siempre en su peso ideal. Siempre 55. Ni más ni menos. Una auténtica suerte lo de no tener que preocuparse por su físico.
 
En su fortuna, veía con pena y lástima como los demás hacían lo imposible, matándose en el gimnasio y pasando hambre con dietas de puré y acelgas, mientras ella seguía con sus domingos de sofá, atiborrándose a golosinas. Daba igual, ella siempre estaría delgada y esbelta, en sus 55, como una bailarina rusa. ¡Ja!
55 kilos justos pesó toda la vida. Bueno, en realidad no toda la vida, solo hasta aquel domingo en que se le cayó el jabón junto a su vieja pesa y tuvo que agacharse a recogerlo.  

En ese momento se le vino el mundo encima porque, como si una enorme piedra se le hubiera colgado a la espalda, dejó de sentirse ágil y ligera, y sus piernas comenzaron a temblar como si tuvieran que sostener un peso para el que no estaban preparadas.
Miró otra vez. No había duda. La etiqueta del precio, desacertadamente pegada, estaba justo sobre el visor de la pesa. 55€