jueves, 10 de diciembre de 2015

RELATO: TUS ALMAS GRANDES

Las almas grandes raramente se dejan ver. Prefieren realizar su labor calladamente, sin dejar huellas ni testigos, pues no está en su naturaleza el mostrarse abiertamente. Odian los focos, los aplausos y los vítores.
 
Pero, a pesar de esa obsesión por el anonimato, son imprescindibles.
 
Algunas de ellas, de estas almas, nacieron así, grandes, y otras se fueron haciendo y entendiendo la vida a base de golpes y experiencias de las que otras almas menores nunca supieron aprender nada. Entienden el mundo de un modo distinto, con una perspectiva diferente, más alta y más clara.
Nunca verás a un alma grande en el centro de una reunión, ni ostentando cargos, ni ejerciendo liderazgos. No, siempre la verás en una esquina, o tras el orador principal, o en segunda fila – nunca en palco- y siempre evitando luces y serpentinas. Pero estará ahí, ayudando sin ser vista; aportando, sin buscar premios; dando, sin pedir recibís.
En el tumulto son torpes y lentas, casi ridículas, pero se mueven ágiles y ligeras en el tú a tú, porque es ahí donde se atreven a abrir sus alas. Es ahí donde se muestran generosas y pacientes y donde las verás alzarse, valientes, ante los miedos que atenazan a otros. Es ahí, en lo más humano, en los momentos de la verdad, cuando son indispensables.
Es muy probable que, como todos, tengas olvidadas a esas pocas almas grandes que rondan tu vida. Que incluso en tu día a día les hayas asignado roles secundarios, de meros figurantes, siempre a la sombra de otros protagonistas principales con más cartel. Tus almas grandes nunca demandarán tu atención, algunas, ni siquiera, tu buen trato.
Pero aparecerán al escuchar tu llanto, sin que tengas que llamarlas, así, porque sí, sin pedir explicaciones; y luego, tras darte esa mano, ese empujón o esa caricia, desaparecerán sigilosamente volviendo al olvido, sin contar a nadie que te salvaron la vida, o que te mostraron al camino, o que te dieron el cachete que ya hacía tiempo te merecías.
Esas almas grandes.
Mira a tu alrededor. Búscalas. Y valóralas

jueves, 3 de diciembre de 2015

RELATO:LA CAJITA DE MIMBRE

Efectivamente, el libro fue encontrado. Había pasado casi dos mil años bajo las arenas del desierto pero, de alguna manera, la estanca oquedad en la que había sido depositado y su cuidado y resistente envoltorio de paño de saco, daban idea de que había sido enterrado a conciencia, posiblemente con el ánimo de que, algún día, fuera hallado.
Era un libro ancho y grueso pues contenía -nada más y nada menos-, todos los libros sagrados de todas las religiones conocidas, y en varios idiomas. Imagínense. Aún con el diminuto tamaño de su letra y el finísimo espesor de sus hojas, era muy voluminoso y pesado.
El Corán, la Biblia, los pensamientos de Confucio, todo el sintoísmo y las oraciones de Buda, el hinduismo y todos los demás aparecían escritos en árabe, chino, castellano, japonés, hindú, hebreo, etc… todos en todas las lenguas conocidas.
El libro, en cuya portada se leía “Dios de Dioses”, suponía tal compendio que la notica de su hallazgo se extendió rápidamente por todos los rincones del globo. Y luego fue solo cuestión de tiempo que la idea de un “Dios de todos los Dioses” fuera ganando adeptos entre todas las confesiones, ya que el libro no excluía a ninguna. En pocos siglos solo quedo una religión sobre la tierra, y un solo Dios, del que todos los existentes hasta entonces pasaron a ser profetas o discípulos. Una especie de delegados de zona.
Estaba claro. Puesto que todas las religiones se basaban en libros y escritos antiguos, bastaba unirlos a todos en un solo volumen para crear una nueva gran religión. Y así, de manera tan sencilla, tras dos mil años de odios y luchas fratricidas, de cruzadas, fanatismos e inmolaciones, la humanidad pudo superar su sangriento drama de la fe.
El libro, además, contentó a todos. Para los agnósticos aquello no era más que un plan brillante, trazado por la mente más lúcida de su tiempo, para traer la concordia a los pueblos, convirtiendo a todas las fes en “la verdadera”, aunque en realidad ninguna lo fuera. Y para los creyentes, por otro lado, tener un “Dios de dioses“era el no va más, la respuesta a todo y la obtención de una salvación aún más eterna si cabe. La leche, vamos.
El autor tuvo incluso la perspicacia de entender que toda religión precisa de un símbolo al que adorar. Obviamente, ya no valían la cruz, ni la media luna, ni las estatuas doradas, así que se inventó un símbolo nuevo y distinto: Una cajita de mimbre. Una cajita de mimbre que, según el nuevo gran libro, contenía todos los pecados del hombre y que aparecía dibujada en el último capítulo. Por supuesto , se advertía bajo pena de condenación eterna que jamás debía ser abierta si algún día llegara a encontrarse, siendo algo así como el arca de la alianza o el santo grial de las películas de Indiana Jones.
Muchos, muchos siglos después, reinando ya la paz en el mundo, unos pastores hallaron una pequeña cajita de mimbre semienterrada cerca de lugar sagrado donde se encontrara el gran libro. La curiosidad pudo con el riesgo de condenar sus almas para siempre y la abrieron, cerrando los ojos y encomendándose al hacedor. Dentro solo encontraron una nota, también en varios idiomas:
"Por favor, cierra la caja y déjala donde estaba. Esta caja y un libro que se nos ha caído y estamos buscando son nuestro trabajo de prácticas de Religión de segundo de bachillerato." Gracias. Francisco y Carlota 2ºC

miércoles, 25 de noviembre de 2015

RELATO: SU SALVADOR

Les aseguro que, a pesar de las conclusiones que puedan sacar de este relato, el chico fue un niño prodigio, casi me atrevería a decir que superdotado.  Adelantado en varios cursos a los de su edad, fue número uno en el colegio  y en la universidad. Y también en el doctorado y en las especializaciones,  y en todo lo demás que cursó.
Al terminar sus estudios  las más importantes  multinacionales pugnaron por él  y, siendo poco más que un adolescente,  ya  organizaba,  dirigía y presidía empresas con presupuestos millonarios, de las que dependían el futuro y la vida de miles de personas.  Y así, casi sin esperarlo, se vio instalado en lo más alto, en una vida de lujo, de coches deportivos,  mansiones y  jets privados. Pocas veces se vio una carrera tan fulgurante, ni tan brillante, ni tan lucrativa.

Pero en esa privilegiada y cuidadísima educación, preparada minuciosamente por sus mayores y en la que se había estudiado al detalle cada paso  a seguir para llegar a las direcciones generales y a los consejos de administración, en esa cuidadísima educación digo, se cometió un error. Un error que, a la postre, dio al traste con todo.
Fueron los libros. Aquellos libros que inesperadamente, siendo aún un niño, cayeron en sus manos.  Libros del todo inexistentes e inútiles para el objetivo trazado, libros totalmente innecesarios en el mundo de la empresa y las leyes que lo rigen, libros invisibles en el rentable y eficiente universo de las finanzas y el beneficio. Libros, en fin, prescindibles para todo… excepto para lo más imprescindible.  
Cada noche, cuando ya todas las luces habían sido apagadas,  devoraba esos libros descartados a la luz de una pequeña lámpara, y con ellos escapaba a otros mundos, lejos del que había sido meticulosamente planificado para él.  Esas lecturas nocturnas le enseñaron que existían otras mil formas de encarar la vida, otros caminos, otros valores. De ellas aprendió también sobre las personas  -un saber mucho más extenso y complejo que el los números  y las rentas-, y se admiró y maravilló con las vidas valientes de hombres y mujeres realmente excepcionales,  todos ellos recordados por entregar a los demás, desinteresadamente,  su conocimiento, su mensaje  o su piedad. Nunca su dinero.
Al principio hizo equilibrios queriendo contentar a todos, e intentó aplicar en la jungla en la que se movía de día lo que le dictaban el alma y el corazón por la noche. Pero le fue imposible. Los beneficios no casaban con la solidaridad y la rentabilidad no podía convivir con la justicia. Se repelían.
Había que decidir. Y decidió.
Un día desapareció dejando una escueta nota en la que pedía a su familia que no se preocuparan por él  y, sobre todo,  que no le buscaran. Dejó su dormitorio tal y como siempre estuvo, y en él solo se echó en falta la pequeña caja de madera que guardaba bajo la cama y en la que, como todo niño, escondía sus secretos y tesoros lejos de los ojos de los mayores.
Esa caja. La misma pequeña caja que un día le regalara un vagabundo camino a la escuela y en la que se apretaban, unos contra otros, una veintena de pequeñas ediciones de bolsillo -gastados libritos-, muchos ya sin cubiertas y con hojas despegadas. Hoy saca uno al azar  -“El principito” de A. Saint-Exupéry-  y se sonríe. Luego otro   -“Memorias de un europeo” de S.Zweig- y se sonríe otra vez.  Con cariño los devuelve a su sitio mientras recuerda el día en que  aquel vagabundo de boca desdentada y ropa raída le guiñó un ojo y le salvó la vida, poniéndole ese caja en las manos.
-Chico, - le dijo-  aquí está todo lo que tienes que saber.
Cuánta razón tenía.

martes, 17 de noviembre de 2015

RELATO : ALEGORIA INTRASCENDENTE


Fue una tarde de domingo cualquiera, después de muchos años, cuando uno de ellos preguntó al otro su edad. La pregunta llegó sencilla, escueta, sin ánimo de nada, casi sin ambición de saber. Y créanme que no sabría decirles si se oyó alguna respuesta o, si la hubo, cuál fue, pues el descanso de la película que veían juntos llegó a su fin y el tema quedó aparcado en el olvido, seguramente por intrascendente.
 
Varios años más tarde, en otra tarde de domingo, fue el otro el que reparó, casi sin darse cuenta, mientras tendía la ropa en la terraza, en que ambos tenían distinto color de piel. Muy distinto. Como la noche y el día. Sonriendo se encogió de hombros para sí y siguió con su colada, y luego con la plancha y más tarde con los baños. Finalmente se enfrascó en la lista de la compra, asunto mucho más vital que acabó por arrastrar para siempre lejos de su memoria aquel fugaz dilema de los colores.
 Ya en la vejez porfiaban, como cualquier pareja que llega junta a la senilidad, sobre los temas más absurdos e irrelevantes, y a menudo discutían sobre sus sexos, pues era cierto que en los años de plenitud nunca se habían preocupado por saber si el uno era hombre y el otro mujer, o viceversa, o si los dos eran lo mismo. Lo cierto es que, al igual que con la edad y el color, aquella vida llena de dicha y felicidad había transcurrido tan rápido, se les había hecho tan corta, que nunca sintieron la necesidad de preguntárselo.

domingo, 8 de noviembre de 2015

RELATO: PASADO

Hoy lloré.
Fue el pasado. Ese miserable pasado. El mío.
Como siempre, me pilló desprevenido y a traición, acercándose de puntillas por mi espalda, y cuando quise darme cuenta ya era tarde, ya me tenía en sus manos. Me levantó en volandas y me lanzó al aire como si fuera un bebé, jugando conmigo, vapuleándome ¡cómo disfruta poniendo boca abajo mis emociones! Por su mirada entendí en seguida que hoy venía con aura triste, con cuerpo nostálgico, y me preparé para el chaparrón.

En un instante, me llenó el alma de caras y lugares, y puso en mi mente mil personas y canciones: canciones que me recordaban personas, personas que me recordaban canciones. Sin piedad, me obligó a balbucear todas las palabras que alguna vez quise decir pero que por cobardía no salieron de mi boca, y me hizo revivir cada paso atrás, cada mentira, cada desencanto, cada decepción conmigo mismo. Finalmente me zarandeó con la fuerza de un huracán, como si yo fuera un monigote, y desapareció dejándome exhausto. Como siempre que me visita.

Sé que todo lo que me trae es parte de mi -a fin de cuentas es mi pasado y, como a todos, me persigue-, pero no quisiera que se llevaran una idea equivocada: les aseguro que lo de hoy ha sido una excepción. Sin duda, debíó  tener un mal día -tan malo como para hacerme llorar- porque mi pasado, amigos, casi siempre me llega con una sonrisa, impregnando el presente de alegría y el futuro de esperanza. Y creánme que es muy capaz de convertir sus días de visita en una fiesta. En una fiesta en la que no faltan los que, sin estar, viven aún en mí; una fiesta de gritos y risas, de peleas con mis hermanos; una fiesta de carreras de scalextrix y de juegos reunidos Geyper. Una fiesta mía, de los míos y para los míos, con otras mil cosas dignas de contar.
Pero eso será en otro relato.

martes, 3 de noviembre de 2015

RELATO: SOLO EN FARMACIAS

Sara entró en la farmacia para comprar la medicación de su marido. Mientras aguardaba se miró en un espejo del expositor y se sonrió.  Estaba lejos de aparentar los 64 años que tenía, lo que sin duda se debía a las mil capas de maquillaje, a las horas de peluquería y, sobre todo, a pasarse día y noche al servicio de un enfermo, pues la esclavitud diaria de levantar, vestir y asear a su marido inválido mantenía a Sara fibrosa y en plena forma, y ningún gimnasio podría ofrecerle una tabla de ejercicios mejor.
Sara ocupó un lugar en el mostrador en el mismo momento en que otra mujer, más o menos de su misma edad y también muy arreglada, hacia lo propio quedando  hombro con hombro con ella. La  farmacéutica, atendiéndolas a la vez para ganar tiempo, tomo los papeles de ambas y desapareció tras la trastienda en busca de los medicamentos. Al poco volvió.
 
-A ver- dijo comprobándolo todo- tenemos las recetas, los visados de inspección, historiales médicos…
Muy bien  –le dijo primero a Sara- aquí tiene la medicación para las bajadas de la tensión de su marido. Tenga cuidado y bajo ningún concepto se debe olvidar de dársela todos los días.
 
Luego continuó dirigiéndose a la otra mujer.
 
-Y aquí tiene usted la medicación para las subidas de tensión de su marido-, y atención con la dosis.
 
El teléfono sonó y la farmacéutica desapareció un momento tras la trastienda.
 
Las dos mujeres quedaron a solas en el mostrador, cada una frente a su frasco. Se hizo el silencio. Y entonces Sara quedó petrificada: la otra mujer alargó el brazo y, con un leve movimiento de la mano, empujó su frasco unos milímetros hacia ella. Sara palideció y un primer pensamiento le vino a la mente. La mujer repitió el gesto con un poco más de intención ¡Sí! ¡Era un ofrecimiento! Ya no se podía interpretar de otra manera. Le estaban proponiendo un trato. Sara giró la cabeza para buscar los ojos de quien le hacía tal impensable oferta, pero no los encontró. La mujer, completamente pálida, no dejaba de mirar al frente, respirando entrecortadamente.
Sara comprendió la situación. Cada una estaba en posesión de un frasco con una medicación letal para el marido de la otra. La propuesta estaba clara. Frasco por frasco. Libertad por libertad. Y fácil, sin riesgos, porque todo -las recetas, los visados,…- estaba ya en orden, firmado y sellado. Tenía que pensar rápido, pues el ofrecimiento podía caducar en cualquier momento y no habría una segunda oportunidad.
Lo sopesó por un momento. Podía ser, podía hacerse. Todo quedaría como una terrible confusión y como mucho podrían culpar a la farmacia por un lamentable error. Sara tomó el frasco de la mujer y salió rápidamente del establecimiento. A sus espaldas sintió cómo su cómplice cogía su frasco y salía en dirección contraria.
Unos meses más tarde Sara paseaba ensimismada. Nada había salido como ella pensaba. La culpabilidad era una losa y, en vez de sentirse libre, se sentía sola, muy sola. Recordaba los paseos empujando la silla de su marido y echaba de menos las tardes leyendo para él. Ahora la casa se le caía encima. Nunca  pensó que se pudiera echar tanto de menos una leve respiración, una simple presencia, una sombra, algo vivo, aunque fuera mudo e inexpresivo.
Al entrar en la farmacia miró instintivamente a su izquierda y allí la vio de nuevo. ¡Era  aquella mujer! ¡Increíble casualidad del destino! Pero en aquel rostro ya no se veían pinturas, ni maquillajes, ni brillos. Solo arrugas. Como en el de Sara. Parecía que más que unos meses hubieran pasado 20 años desde su encuentro. En un momento en que quedaron a solas tras ser atendidas, Sara puso su frasco frente a la mujer.
-Con lo que he oído, creo que con medio frasco te bastará – le dijo en voz baja.
Su cómplice, con expresión triste, puso a su vez el suyo frente a Sara.
-Con éste, para lo tuyo, incluso menos- le contestó.
Aquellas fueron las últimas palabras que se dedicaron aquellas dos mujeres antes de intercambiarse los frascos y salir a la calle. Ya en la puerta se atrevieron a mirarse a los ojos , y a sonreírse, tan solo por un segundo.

martes, 27 de octubre de 2015

RELATO: AQUI ESTOY

Necesito verte. Y sé que tú a mi también. Ya no quiero mirarte de reojo, ni hacerme el encontradizo, ni esperar casualidades. No me interesa saber si tienes a alguien o no, o si eres madre o abuela, o si eres virgen, o puta. Todo eso me da igual, porque tú y yo estamos más allá de cualquier circunstancia, de cualquier contrasentido, más allá incluso de nuestras propias apariencias. Tú eres tú, y lo demás me sobra. Solo sé que necesito verte, estar contigo, olerte, tocarte. Vivirte.
 
 Todo el tiempo que no estemos juntos será tiempo perdido, puro vacío. Creéme. Y ahora que me he atrevido a descorrer las cortinas que nos separaban, sé que no tendrás razón ni fuerzas para negarme. Aquí estoy, esperándote, para poner los relojes a cero.

martes, 22 de septiembre de 2015

RELATO : YO DECLARO

Hoy vengo a declarar lo nuestro. Perdona, sé que debí haberlo hecho mucho antes, que tú lo merecías, que yo te lo debía. Admito mi torpeza, mi falta de tacto, mi simpleza: siempre enredándome en otras urgencias, o pretextando vacíos compromisos, o inventando imposibles. No tengo excusa.
 
Pero hoy es el día. Por fin. Hoy es el día en que vamos a gritarlo al mundo en voz alta, el día en que todos sabrán que somos grandes e invencibles porque tu sonrisa es mi sol y mis manos,tu cuna. Un día para nosotros, de cariños y manitas, para parecer cursis y ridículos a esos pobres diablos que aún no saben de qué material está hecha la vida. Este es el día.
 
Hoy es el día de cagarnos en el qué dirán y en el qué no dirán, un día para bendecir nuestra suerte y para proclamar, ante quien haga falta, que los papeles que una vez firmamos no valen una mierda, porque ésta y no otra es nuestra auténtica declaración de amor, la de todos los días, la de todas las noches, la de toda la vida.
 
Hoy es el día, nuestro día y, si tu quieres, también lo será mañana.

jueves, 10 de septiembre de 2015

RELATO: SEGUNDAS PARTES

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y que una vez bajado el telón es mejor no volver a subirlo, pues se corre el riesgo de, por ejemplo, malograr el recuerdo de una buena amistad o de destrozar la historia de una buena película con una lamentable secuela.Yo digo que, como todo en la vida, depende.
Aquellas segundas partes precipitadas, fruto más de una continuación que de un nuevo comienzo, que se limitan a exprimir hasta lo inverosímil el mismo guión sin crear nada nuevo están, creo, condenadas al fracaso. Y lo están porque siempre es necesario esperar hasta que la bruma se aclare, hasta que se despeje la mente y desaparezca todo atisbo de nostalgia -temible enemiga ésta, por cierto-. Hasta que todo caiga prácticamente en el olvido. Si no es así, ese segundo capítulo, por más empeño que se ponga, no será más que una burda imitación del primer original. Un "más de lo mismo".
 
El secreto está en saber ser paciente porque el tiempo, si le ayudas, siempre hace bien su trabajo. Y así un buen día ya no recordarás el motivo de aquel desencuentro, de aquel alejamiento o de aquel desafortunado final, ya fuera por un malentendido, o por una decepción o, sencillamente, por la vida. Lo verás todo desde una perspectiva más alta y sabrás que ha llegado el momento de la segunda parte: tan solo tendrás que dar aire a algunos rescoldos nunca apagados y reabrir unas pocas puertas nunca cerradas. Tú sabes cuales.
 
Y será una segunda parte nueva, casi tanto como la primera, sin trastienda, ni historia, ni guiones previos. Con muchas más sonrisas, porque a esas alturas ya habrás aprendido que otra cosa no cuenta; mucho más abierta, porque habrás entendido la incalculable importancia de haber "compartido existencia"; con mucha más humildad, ante la magia insondable de haber coincidido en el mismo espacio-tiempo con ellos y no con otros, con los que tú conoces: tus estrellas de entre las miles de millones del firmamento.
 
Así que ya sabes, nunca les des la espalda cuando se te presenten, porque esas segundas partes, esas segundas oportunidades, siempre son vitales, grandiosas e ilusionantes.Tanto, que la gente las llama "reencuentros".

jueves, 3 de septiembre de 2015

RELATO: MI EXTRAÑO

Lo vi en una película antigua, hace tiempo ya. Era de un tal Pitcok, o Chikcot o Hitchcock …si, eso Hitchcock. Trataba de dos extraños, dos perfectos desconocidos que, entablando conversación en un tren y lamentándose por los insufribles infiernos de sus respectivas vidas, acordaban eliminar cada uno a la pareja del otro, y así liberarse mutuamente de sus calvarios sin ser descubiertos. Recuerdo que luego la historia se perdía en detalles, amoríos, celos y esos giros complicados propios de Hollywood y que, tras una pirueta del guión, se llegaba al clásico desenlace feliz con el esperado beso final de las estrellas protagonistas, guapísimos los dos. Obviamente, todo tan lejos de la realidad como La Tierra lo está de Júpiter, o como mi día a día lo está de los mundos de Yuppy.
 

Pero aquel guión quedó fijo en mi mente durante mucho tiempo, pues la idea me parecía tan brillante en si misma, tan genial en su sencillez, que poco a poco fue haciéndose fuerte en mí, llegando a obsesionarme. Pasé muchas noches de insomnio buscando, sin encontrarlo, el error, la brecha o el fallo que pudieran dar al traste con un plan tan simple como aquel: Un mero intercambio de víctimas. Al final, llegué a la conclusión de que aunque el crimen perfecto no existe, si alguno se le acerca debía ser aquel.

Cada mañana en el tren me distraía escrutando los rostros de los demás pasajeros para adivinar, tras mirarlos fijamente, cual de todos ellos podría ser mi cómplice salvador. Incluso inicié cortas conversaciones, jugando a conocer la situación sentimental de mis interlocutores, aunque sin ir nunca más allá.
Es curioso lo liberador que le resulta a la gente el intimar un rato con un desconocido, con alguien a quien no esperas ver nunca más, y no me creerían si les contara la cantidad de posibles candidatos que me surgieron. En realidad creo que, con mayor o menor convicción, prácticamente todos los hombres con los que intercambié unas palabras se habrían prestado sin dudarlo al plan de eliminar a sus parejas, muchos incluso aún a riesgo de ser encarcelados de por vida (¿qué diferencia hay? –me preguntó alguno). Si yo les contara…
Esa tarde, el hombre que se sentaba junto a mí en el tren me preguntó la hora. Me fijé en él. Era un hombre con pelo cano, de mediana edad. Su cara denotaba cansancio, no ese cansancio de falta de sueño mañanero o mucho trabajo, sino más bien ese cansancio crónico y permanente, que te mete veinte años encima y te encorva la espalda como si llevaras un peso enorme sobre los hombros. Vi sus ojos perdidos y sin esperanza, muertos en la rutina diaria del tren y, seguramente, en la de su casa, en la de la hipoteca, en la del trabajo... era perfecto, así que decidí arriesgarme. Sería él.
Su mirada fue adquiriendo brillo a medida me escuchaba y apenas si tuve que convencerlo. Lo cierto es que su historia sí que era un infierno. No hablamos más de cinco o seis minutos, lo justo para dar tres pinceladas al “proyecto” e intercambiarnos los nombres y las direcciones de las víctimas: su mujer y la mía. Sin papeles, todo de memoria.
El tren llegó al final del trayecto, ya era de noche y tomamos direcciones opuestas al bajar en la estación. Fue entonces cuando empecé a ser consciente de lo sucedido. Lo había hecho, había llegado al final del juego. ¡Un hombre desconocido iba a matar a mi mujer! Me detuve cuando esa frase resonó en mi cabeza y la repetí en voz baja para mis adentros : ¡Un hombre desconocido va a matar a mi mujer! Entonces volví en mí. ¿Qué estaba haciendo? Aquello ya no era un juego. ¡Por Dios! ¿Qué estaba haciendo? Las dudas y el miedo se apoderaron de mí en un instante. Una cosa era planear y jugar a los asesinatos en tu mente y otra muy distinta cosa era jugar a ejecutarlos. El cuerpo se me llenó de adrenalina y mis latidos se podían oir a varias manzanas de distancia. Quería deshacer todo aquello, pero ¿cómo? ¿cómo? No conocía el nombre de mi cómplice, tan solo su dirección, que posiblemente fuera la de la persona a la que yo debía matar. ¡Qué locura!
Al girar la esquina, respiré tranquilo. Todavía estábamos cerca de la estación y divisé su silueta al final de la calle. Corrí hacia él. Quería decirle que todo había sido un malentendido, un juego de rol que se me había ido de las manos, una pesadilla, una tontería sin sentido. Él me miró sorprendido al verme, puesto que según lo acordado no debíamos vernos nunca más, pero al llegar junto a él no pude evitar abrazarlo, aliviado por haberlo encontrado y feliz por mi regreso a la cordura. Y de repente sentí algo.
Puse mis manos frente a mis ojos y las vi llenas de sangre, y al bajar la vista vi un cuchillo hundido en mi estómago hasta la empuñadura. No sé si sentí más sorpresa o dolor. Miré a mi cómplice con extrañeza y él, sin que yo le hiciera la obvia pregunta, me respondió.
-Lo siento amigo, yo soy el extraño que eligió su mujer. Ella también vio la película.

viernes, 14 de agosto de 2015

RELATO: ENCUENTRO

Nos tropezamos en un pasillo de la librería, y libros y bolsas rodaron por el suelo. Ambos nos agachamos a enmendar el desastre y, al incorporarnos, nuestras miradas se encontraron. Fue instantáneo, casi eléctrico. Las chispas saltaron y la situación se hizo intensa por momentos. Ninguno apartaba los ojos, ninguno movía un músculo.
Ya no éramos dos jovencitos, y estaba claro que entre los dos acumulábamos años, experiencias y golpes de sobra, así que allí ya no cabía la timidez. Estuvimos inmóviles un buen rato, mirándonos frente a frente, analizándonos las expresiones y oyéndonos las respiraciones, sin que ninguno quisiera renunciar ni dar un paso atrás. Si tenía que ser así, pues adelante; esta vez iríamos con todo, sin dejar nada en el tintero...y que sea lo que Dios quiera.
Ella desvió su mirada por un instante a lo que ocultaba con su mano, sobre el suelo. Y yo, por fin, hablé:
Esos 20 Euros son míos. Te arranco la mano, hija de puta.

martes, 11 de agosto de 2015

RELATO: EL THUROD

Todos temen al Thurod. De hecho, ya es parte tan profunda de la conciencia colectiva que a las madres sirve como amenaza para que los niños tomen la yuca en el desayuno,  y los ancianos lo aprovechan para inventar patrañas en las noches sin luna. Y es que el ritual del Thurod, al que desde tiempos inmemoriales se somete a los jóvenes al cumplir los veinte años, está pensado para tensar  al máximo  el  carácter de cada hombre llevando su alma hasta el límite,  para así saber hasta qué punto se pueden forzar su mente y su conciencia…antes de que se quiebren. 

El Thurod  tiene lugar en un recinto cerrado hecho de barro, madera y palmas, en el que el joven aspirante debe pasar seis días y seis noches de ayuno. Al entrar,  el iniciado aspira polvo de Yotea, la droga local, que lo lleva a un estado de profundo éxtasis en el que librará su batalla contra el mal, y del que no recordará nada.  Al final del sexto día, el Thurod da su veredicto por boca del hechicero que,  golpeando el suelo con su vara, dicta sentencia bien bendiciendo al iniciado como apto para las tareas más elevadas, o condenándolo sin misericordia a una vida de olvido: “este joven será gobernante”, o  ”este joven cuidará  las cabras”, o “este joven será sirviente”…

Pero lo curioso, lo que hace  que me decida a contarles esta  historia, es que el hechicero SIEMPRE ACIERTA.  Por muy increíble que parezca, el tiempo siempre le da la razón  y resulta  que los que fueron elegidos para gobernantes no podían haberlo hecho mejor, que los que acabaron como sirvientes resultaron ser los mejor mandados, y que los que se dedicaron al cuidado del  ganado y la limpieza de los establos se  habrían estrellado ante cualquier responsabilidad mayor. Pero ¿cómo? ¿Cómo el hechicero puede adivinar el mejor destino  para un alma, tan solo por ver entrar y salir a un hombre de una cabaña? ¿Qué hay en realidad tras el Thurod?

Como en todo evento social, el Thurod atrae a cientos de personas  de los alrededores  y aquel día, ya  desde muy temprano,  los puesteros pugnaban por colocar sus toldos en los sitios más ventajosos mientras  una tropa de ancianos, tullidos y niños  -nunca  pocos en las aldeas de la selva- se buscaban la vida pidiendo y trapicheando entre la multitud. Hasta que sonó un cuerno y todos se giraron.

Es costumbre que el aspirante cruce toda la plaza atravesando el gentío hasta el recinto del Thurod,  así que el protagonista de ese día se sumergió entre los mercaderes, los fanáticos y los pedigüeños  que lo zarandeaban, y caminó empujando y apartando a la gente a su paso hasta llegar a la entrada.  Una vez allí, entró en la cabaña y comenzó el ritual.  Yo me dirigí al hechicero, y la conversación fue rápida.

-Dentro de seis días marcarás para siempre el destino de ese hombre- le pregunté-. Y lo harás bien.  Nunca un hechicero erró. Dime,  ¿cómo lo hacen?
-Así  que quieres saber nuestro secreto.  Cómo sabemos  escoger a las personas más capaces para
guiar a nuestro pueblo, sin necesidad de los que ustedes llaman democracia.
-Si, exacto, eso es justo  lo que quiero saber. ¿Cómo funciona el Thurod?
-Si te revelo el secreto, jamás podrás volver a esta selva, ni contar a nadie lo que yo te cuente.
-Lo juro.

Imagine a un hombre en el momento más importante de su vida, el momento por el que lleva años esperando y  para el que se ha estado preparando: El Thurod.  Es un hombre  a punto de jugarse todo su futuro a una sola carta. E imagine a ese hombre  con los nervios a flor de piel, sin apenas haber dormido,  lleno de miedos y dudas, y asustado, muy asustado, sin saber qué terribles trampas  y demonios le esperan.
Fíjese detenidamente en ese hombre: solo le queda  atravesar una multitud para enfrentarse a todo eso. Y aunque a ustedes los occidentales les parezca extraño, la pregunta que yo me hago es: ¿Cómo atravesará ese hombre la plaza?  ¿Cómo la atravesaría  usted?
Supongo – dije yo- que haría como el joven que acaba de hacerlo, intentando reservar mis fuerzas para la prueba, buscando el camino más recto para no perder la concentración y  avanzando, empujando poco a poco.
El hechicero sonrió: “Si, eso lo es lo normal”.
Pero ¿sabe? -dijo- hay unos pocos que aún en esa situación extrema, no empujan, no se centran en “su Thurod”  desentendiéndose de todo.  Que levantan la mirada para no olvidar ceder el paso a mujeres y niños; y que se  detienen  a dar una pequeña limosna  al anciano que la solicita. Incluso hay algunos -nuestro Dios los bendiga- que se esfuerzan en que “su Thurod” no sea lesivo para nadie,  y toman en brazos a algún tullido para que no sea arrastrado por la multitud.
Siempre hay alguno que obra así, aunque sea uno entre cien, y nunca en doscientos años hemos elegido un mal gobernante…porque no sabe que  lo estamos eligiendo.
El recinto es solo un lugar para dormir seis días. Es la plaza. La plaza es el Thurod.

miércoles, 5 de agosto de 2015

RELATO: NO CUELA

No presumas. No nos quieras hacer creer que tu soledad es siempre elegida, siempre buscada, siempre deseada. Que no necesitas de nada ni de nadie, y que te bastas y te sobras con tu inmenso “mundo interior”, con tu música, con tus libros, con tus recuerdos…. con tu bla,bla,bla.
 
No presumas, porque nada de eso es suficiente. Nunca lo es. No para toda una vida.
 
Nadie, nadie es tan independiente, ni tan autosuficiente, ni tan “pasodetodo” como dice ser, porque a todos nos es necesario vivir algo de nuestra vida en la vida de otros. Y porque, te guste o no, tu vida llena un espacio –aunque sea minúsculo- en las vidas de otros.
 
 
Así que no presumas de “pasodetodo”, que no cuela. Porque VIVIR es, en esencia, querer. Y, sobre todo, saberse querido.

domingo, 26 de julio de 2015

RELATO: DOS

Ajena a todo peligro, la mariposa revoloteaba alegre alrededor de la flor, libando despreocupadamente su delicioso néctar, dulce y pegajoso.
Un leve y casi inaudible chasquido la puso en alerta.
Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que estaba siendo observada. Despacio, apenas sin moverse, plegó sus alas y escudriñó cuidadosamente todo su alrededor. Hasta que lo vio.
Posado sobre una hoja próxima, un extraño y mimético ser que intentaba esconderse para no ser visto era delatado por sus intensos colores de guerra y un saliente aguijón que no dejaba duda sobre sus intenciones.
Por unos momentos, en la mariposa surgió la eterna duda del mundo animal: huir o pasar desapercibido. Demasiado tarde para escapar tuvo que escoger la segunda vía, de manera que ambos quedaron mirándose, inmóviles, atentos al más mínimo movimiento de su contrario. Él, vigilante a la huida de la mariposa; ella, pendiente del ataque de su cazador.
Y allí siguen, muriendo a cada minuto que pasa. La mariposa, temiendo por su vida y miedosa de remontar el vuelo. Y él, asomando colores de pura vergüenza y atenazado por el miedo a ser rechazado, sintiéndose incapaz de declararle su amor.

martes, 21 de julio de 2015

RELATO: NUESTRA PALOMA

Unos desagradables graznidos y el ruido de un intenso aleteo llamaron nuestra atención cuando merendábamos en el jardín. Al alzar la vista, vimos todos con horror la lucha que se libraba en el alfeizar de la planta alta, pues un negro cuervo intentaba colarse en la habitación del bebé a través de las entreabiertas hojas de la ventana, y una pequeña y valiente paloma le hacía frente interponiéndose en su camino, recibiendo los terribles picotazos de su adversario.


Mi padre fue el primero en reaccionar; tomó un palo, subió por la escalera y, justo cuando el pajarraco se aproximaba al bebé, le propinó un fuerte golpe y lo hizo huir por la ventana.

La pobre paloma, víctima de la lucha, yacía en el suelo malherida. Mi padre la recogió con mucho cuidado y la bajó al jardín. Recuerdo cómo el pobre animal temblaba y cómo los niños llorábamos  inconsolables al ver su cuerpecito blanco en aquel estado, más aún sabiendo lo que había hecho por el bebé.

En las semanas siguientes no se reparó en gastos, mimos y cuidados para con la pequeña heroína, y no pasaba una hora sin que se recibiera la llamada de algún familiar, o la visita de algún vecino, preguntando por el estado de la convaleciente. Y una vez restablecida su salud, la familia, en eterna deuda con ella, la acogió como un miembro más. Mi padre le habilitó un amplio palomar en la azotea con todas las comodidades habidas y por haber y se decidió bautizar a mi recién nacida hermana  –la víctima rescatada- con el nombre de Paloma. Cada año, en ese día, el “día de la Paloma”, se organiza una reunión familiar.

Con el tiempo, ambas, el ave y su niña rescatada, se convirtieron en la alegría de la casa haciéndose inseparables, siendo imposible ver a la una sin la otra. Y cuando mi hermana Paloma falleció, ya anciana, la enterramos tal y como había pedido, junto a su pequeña amiga. Nunca se vio mayor historia de amistad y amor entre ser humano y animal.

Esto ocurrió ya hace mucho tiempo, y la historia de nuestra paloma se cuenta en mi familia de generación en generación, de padres a hijos, para que los más pequeños aprendan que anteponer la vida de los demás a la tuya es un acto propio de las almas grandes, que al final tiene su premio; y que los gestos nobles y valientes son siempre recompensados. Yo mismo la cuento a mis nietos en la cama para dormirlos. Es una gran lección.

Pocos reparan en una pequeña cuadrícula de tierra removida junto a la tumba de mi hermana, al lado contrario de donde descansa su querida paloma. Allí enterré un cuerpo que encontré y guardé conmigo muchos años, desde aquel primer “día de la paloma”. Es el cuerpo sin vida de un ser feo, horrible y diabólico que, en aquel fatídico día, no había sobrevivido a los duros golpes de mi padre. El cuerpo de un ser olvidado, despreciado y culpable porque sí, pero que, nunca lo sabré, quizá dio su vida para salvar a mi pequeña hermana del ataque de una ladina paloma.

lunes, 13 de julio de 2015

RELATO: ESTA GRAN DAMA

Creímos ser una Gran Dama con grandes vestidos y lujosos palacios, que nuestros ejércitos conquistarían fácilmente el helado norte y que nuestros mercaderes harían gran fortuna vendiendo sus baratijas a las tribus bárbaras del lejano oriente. Que seríamos los afortunados protagonistas de un nuevo siglo de oro, la envidia del mundo conocido, orgullosos porque en nuestros dominios, de nuevo, no se pondría nunca el Sol.
Pero un día nos quitaron la venda y vimos horrorizados que los vestidos que nos cubrían eran de tela de saco y los palacios, de cartón piedra. Que nuestras legiones de "los jóvenes más preparados de la historia" no eran más que otra enésima Armada Invencible (cambiémosle ya el nombre, por Dios), y que nuestros mercaderes malvivían bajo el empuje de aquellos a los que creímos bárbaros, en realidad hijos de un oriente más culto y poderoso.
 
Ahora, al abrir los ojos, solo vemos que, efectivamente, en nuestros dominios de nuevo no se pone el sol, pues de sol a sol se trabaja sin descanso; y que somos una Gran Dama. Si, una Gran Dama vieja y desdentada a la que, además, se le han caído todos los anillos.

martes, 7 de julio de 2015

RELATO: VIDAS SECUNDARIAS

Nacieron a destiempo y a despropósito. Desde un principio, las suyas fueron vidas predestinadas, prisioneras, paridas tan sólo para dar brillo a otras existencias más ilustres. Tan solo secundarios prescindibles en la gran historia de otro. Nada más.

Se les impuso el enorme sacrificio de vivir sin elección, sin el sagrado derecho de decidir por si mismos, ya fuera para hacer de su existencia algo interesante o simplemente para tirarla por el retrete.

¡Y cómo los habían retratado! En realidad no eran tan tontos, ni tan malos, ni tan patéticos, pero era lo requerido para realzar el ingenio, la bondad y la grandeza del héroe de turno. Eran una mera necesidad comparativa.

Cada viernes, tras sus respectivas funciones, quedan todos en el café, hacen piña entre ellos y se interesan los unos por los otros, consolándose mutuamente por sus abandonos y olvidos.  Por supuesto, cada viernes, a los demás clientes del café les resulta insufrible esa reunión de feos, mediocres, tullidos y marginados de la que de cuando en cuando escapa alguna carcajada de villano o un gruñido de ogro feroz –únicas risas y voces que tienen-. Y tanta repulsa generan en la parroquia del local, que todos miran con curiosidad y asco, preguntándose cuándo, de una vez por todas, llegará algún apuesto protagonista, un héroe de verdad, dispuesto a cortar algunas cabezas y a poner fin a tanta fealdad. ¡Las cosas en su sitio, por favor!

En esas tardes de tertulia, lejos de sus vidas en la sombra, se sienten bien y se relajan sabiéndose entre iguales. La madrastra suele pedir la merienda para todos  y, como siempre, el leñador de horrible cicatriz se despacha a gusto con el chocolate mientras la bruja de Hansel y Gretel hace lo propio con los churros. También como siempre, Mudito pide su café por señas mientras acaricia al bellísimo y majestuoso cisne que se sienta a su lado y que arranca murmullos en el público de la sala, sorprendido al contemplar la más pura belleza entre tan horrenda compañía.
El ave se deja acariciar, feliz. Está con los suyos, con quienes sabe que la aceptan por ser como es, y no por su aspecto de cisne de cuento. Quizá su nombre puede resultar engañoso e incierto, pero sus amigos saben que su corazón no lo es. Para ellos es su querido Patito feo, y lo será para siempre.
Un bonito final de cuento y unas cuantas plumas no pueden cambiar eso.

jueves, 2 de julio de 2015

RELATO:RUGE LA BESTIA

Cuando vi sus ojos inyectados en sangre no tuve duda. Venía a por mí. Su mirada despedía un odio tan feroz que, en un instante, se me heló la sangre en las venas. Apenas por unos milímetros escapé a su primer embate, un zarpazo que habría acabado conmigo de golpe, y corrí. Corrí como jamás lo había hecho.
Sabiendo que toda resistencia sería inútil, huí alocadamente hasta encontrar un saliente tras el que protegerme. Creo que jamás en mi vida había rezado como lo hice en aquel momento, y me recuerdo con horror mirando al cielo, prometiendo a Dios todos los sacrificios habidos y por haber si me libraba de aquella situación.
 
Sin dejarme ver, aproveché el frágil parapeto que me cubría para intentar calmar a la bestia. A la desesperada y sin saber qué hacer me armé de valor y lancé unos silbidos, susurré unas dulces palabras y entoné una alegre y pegadiza tonadilla. Y ante mi sorpresa, los bramidos fueron bajando de tono hasta convertirse en un tenso silencio. Esperé varios minutos hasta que cerré los ojos y me atreví a sacar mi mano y a acariciarle suavemente el lomo.
 
Aún con el miedo en el cuerpo y sin creerme a salvo del todo, me asomé con cuidado. Estaba allí, amenazante, mirándome fijamente y conteniendo a duras penas sus ganas de acabar conmigo con un solo movimiento. Respiré hondo, levanté las manos en modo conciliador y le repetí las palabras de nuestra última  batalla : "vale,vale...prometo bajar la tapa, querida"

viernes, 26 de junio de 2015

RELATO:CAMINO

Se seguían, sin decirse nunca nada, en la distancia. Y lo asumían. Asumían que era un océano infinito lo que les separaba, que entre ellos se levantaba un infranqueable muro de circunstancias y que, tras ese muro, se abría el oscuro foso de su diferencia de edad. Y después estaban esos mil cepos, esas mil razones, esos mil compromisos que se aferraban fuertemente a su integridad.
 
¡Ah,la integridad! Curioso. Era lo que más les separaba, y también lo que más les unía: ...Ese horror a infringir daño a otros, también queridos. Y el remordimiento. Y la culpa.
 
Con el tiempo aprendieron de nuevo a ser felices, como antes de conocerse. No tuvieron que decirse nada, pues bastó una tibia amistad, ni siquiera cercana, para colmar ambas esperanzas.
Se sabían juntos en otra dimensión.
 
Eso les era suficiente. Saberse ahí, tener noticias del otro, oír ese nombre en algún cotilleo...Ser parte, aunque fuera en una fracción de milésima de milmillonésima. Pero parte.
 
Y de verdad que nunca se dijeron nada. Siempre lo entendieron.
Al fin y al cabo, ese es el deber de toda alma gemela.

sábado, 20 de junio de 2015

RELATO: TREINTA METROS

Treinta metros. Demasiado tarde para evitarse. Se vieron en la distancia, cuando ya caminaban el uno hacia el otro por la acera. Ya no había remedio ni escapatoria, y cualquier movimiento por evitar el encuentro hubiera sido demasiado delatador, una declaración de ruptura total.  Aún así hubo tiempo para un pequeño vuelco en el corazón y para unos pocos  pensamientos. Los mismos para los dos.

Veinte metros. Habían sido grandes amigos; los mejores.  De los que se cuentan los secretos más inconfesables  y de los que saben  nombres, lugares y  fechas suficientes para arruinarse la vida mutuamente.  Algo que no ocurriría nunca por ser una de esas verdades que, aunque  no escrita ni pactada, se sabe cierta.

Diez metros. A sus mentes vinieron recuerdos de toda una vida de amigos comunes e imágenes imborrables; recuerdos en los que todos los seres queridos del otro eran también seres queridos propios. Demasiado roce, demasiado contacto, demasiadas penas y alegrías compartidas. 

Tres metros.  Las miradas se buscaron para adivinar expresiones. Dados por impensables los  gestos de disculpa o arrepentimiento, cada uno sí esperaba del  otro al menos una sonrisa de acercamiento. En realidad, cualquier mirada que no implicara reproche.

Pero las barbillas se elevaron y las frentes se arrugaron.

Pasaron de largo enrocando sus corazones tras los orgullos… y sin que ninguno de los dos recordara el motivo de aquel sin sentido.

lunes, 1 de junio de 2015

RELATO: CONDÉNAME

Algún día vendrán a por mí. Lo sé, es cuestión de tiempo. Tarde o temprano reunirán las pruebas, descubrirán las evidencias, o sencillamente encontrarán este diario que, aun yendo  en mi contra, no me resisto a escribir.
Cuando toquen a mi puerta confesaré con todo lujo de detalles, sin necesidad de interrogatorios ni testigos, y además lo haré sin dejarme nada en el tintero. Me declararé culpable de todos los cargos, rehusaré a que me proporcionen un abogado y renunciaré a todos los derechos que pudieran asistirme. Escribo esto, además, para dejar claros los agravantes de premeditación, alevosía, o cualquier otro que se les ocurra, y para evitar esas milongas de enajenaciones transitorias o trastornos mentales que pudieran eximirme de culpas o atenuar mi situación.
Tengo pasados a limpio todos los esquemas y los planos, clasificadas las fotos de las víctimas y envuelta en un plástico el arma homicida (no se vayan a borrar mis huellas por un descuido), así que no serán necesarios registros, ni búsquedas, ni cacheos. Los cadáveres están enterrados en el jardín, cada uno con su cartel indicativo, para evitar confusiones, así que la policía lo tendrá fácil conmigo.A fin de cuentas, me considero un buen ciudadano e intento siempre colaborar con la justicia. Tan solo quiero que mi historia llegue inmaculada, cristalina y sin edulcorantes. Sin que se deje nada atrás.
 
Por otro lado, si juego bien mis cartas y consigo ese punto efectista que tanto gusta a la gente, quizá incluso consiga mi objetivo de salir en diarios y noticieros, y ser entrevistado en radios y televisiones. Todo dependerá de cómo represente mi papel y, sobre todo, del nombre que elijan para mi personaje. ¿”Bloody Dad”? ¿ ”Papiloco”?
 
Será fundamental que llegado el momento todos, sobre todo los que se lo están pensando ahora mismo, entiendan que no soy un demente y que mis crímenes los podría haber cometido cualquiera: que nada fue fruto de una depresión o de una predisposición genética. Por eso será importante que me esfuerce en hablar pausadamente, con tranquilidad y criterio, para que toda la audiencia entienda que están ante un hombre normal, ante uno de tantos padres de familia. Deberé mostrarme frío y hacer ver que escuchan la historia de alguien plenamente consciente de sus actos aunque, eso sí, inmune a cualquier pena y a cualquier dolor…desde que ocurrió lo que ocurrió.
 
Sueño con estar ante las cámaras y conseguir que algún hijo de puta me vea desde su sofá. Que me escuche, que tiemble y que se piense sus horrendos planes al verme. Quiero que compruebe como alguien, hasta el más bondadoso padre de familia, puede convertirse en un asesino cruel y sanguinario de la noche a la mañana. Quiero que me tema, y que tema a otros como yo. Puede que ese miedo, aunque tarde para mi, sea la salvación para otros.
 
Porque en la celda en la que cumpla condena me llegará un dia mi minuto de gloria. Entonces tan solo sonreiré a la cámara y, como un normal y cariñoso padre de familia, diré mi frase:  “Si, yo los maté a todos. Y lo volvería a hacer. Era mi niña”

miércoles, 20 de mayo de 2015

RELATO: DIBÚJAME

-¡Dibújame!- me pediste.

Yo sonreí, metí la mano en el macuto y saqué un carboncillo. Comencé a deslizarlo suavemente sobre el lienzo hasta que, poco a poco, fuiste apareciendo en tonos blancos y grises, y mi dibujo se fue haciendo tú. En cada línea, en cada ese, en cada sombra, en cada luz. Tú....
 
 Un hormigueo “in crescendo” fue apoderándose de mi brazo a medida que el carboncillo avanzaba por el trazo de tu cuello y tu boca, pero fue al llegar a tus ojos cuando el trazo se me resistió. Mi mano comenzó a temblar. Sin entenderlo pero buscando algo más sencillo probé con un trazo algo más grueso, aunque fuera mas burdo y basto. Aún así me era imposible. Intenté entonces hacerte en difuminado, pero mis dedos manchados en negro apenas si obedecían mis ordenes.

Finalmente, mi mano se rebeló entera contra mí y, cobrando vida propia, avanzó libre y sin tregua por la blanca tela. Me dominaba firme, tensa, determinada en su lucha por retratar lo irretratable y decidida a dibujar la verdad, sin tapujos ni reverencias.

El lienzo se fue llenando de imposibles surcos, anárquicas lineas y difíciles garabatos sin un sentido ni métrica académica alguna, formando un bosque de borrones y claroscuros; y el dibujo fue creciendo y tomando forma, abstracto en unas partes y realista en otras. Pero grandioso, impresionante y bello.

Luego, como si mi mano diera su tarea por terminada, el hormigueo cesó de repente y la atrevida extremidad volvió a mis órdenes. Aturdido, solté el carboncillo y di dos pasos hacia atrás para contemplar la obra en toda su perspectiva.

Lo miré y no tuve duda, eras tú. No podría asegurar que lo hubiera pintado yo, pero lo cierto es que no sobraba ni faltaba una línea, ni un borrón, ni un punto, ni una sombra. Nada. Allí estabas, entera de arriba a abajo, con todas tus luces y tus sombras, con las visibles y las invisibles. Aunque sólo lo fueras para mí, aquel dibujo eras tú. Tú

lunes, 11 de mayo de 2015

RELATO : FOR EVER AND EVER

Nadie creería que era la viuda. Con un amplísimo escote, una cortísima minifalda, un cubo de perfume y varias manos de maquillaje aquella mujer, como si fuera una fulana, se pegaba al forense en un claro intento de seducirle con sus encantos.

- Ha sido una muerte totalmente natural ¿verdad doctor? –repetía a cada minuto, sonriendo sugerentemente al  médico.

-Ya veremos – respondía él cada vez, con seriedad.

Aunque el protocolo no lo permitía, la viuda del fallecido había usado todas sus influencias para estar presente en la autopsia y, a pie de camilla, acompañada por un oficial del juzgado, no quitaba ojo a los movimientos del forense.

Antes de empezar, el oficial había puesto en antecedentes al médico: "Ésta se acuesta con todo lo que se mueve y ahora está aquí a la espera de cobrar el seguro de vida de este pobre hombe". Estaba claro: cualquier anomalía en el informe forense podría privarla de la cuantiosa suma. De hecho, la mujer estaba allí para lo que estaba, y no dedicó un solo lamento ni derramó una sola lágrima frente al cuerpo del que fuera su marido. ¡Qué mundo este! 
El forense tomo el bisturí y con pulso profesional trazó un profundo corte separando en dos partes el abdomen del cadáver.  A primera vista todo parecía estar en su sitio, sin órganos dañados, ni heridas, ni zonas contusionadas. Nada se veía que pudiera hacer sospechar de una muerte violenta o dolorosa, o de un suicidio. Además, los análisis previos descartaban la presencia de productos tóxicos, lo que eliminaba la posibilidad de un posible  envenenamiento;  y el escáner del cerebro se mostraba normal.
 
Pero el forense no podía quitar ojo de la expresión en el rostro de aquel hombre.  Le miraba como si le quisiera decir algo. No era la mirada de alguien que temiera a la muerte, o que fuera tomado por sorpresa por ella; más bien,  su sonrisa era la de alguien que la desea, la de alguien feliz de por fin encontrarla. Y había en ella, en esa sonrisa,  un matiz burlón, como si con la muerte hubiera ganado alguna apuesta siniestra.
 
Pero aunque estaba seguro de que algo no encajaba, aquello era tan solo una mirada, una intuición de profesional sin evidencia alguna y, aún a pesar de su dilatada experiencia, el galeno se veía incapaz de encontrar otra causa a aquella muerte más allá del clásico “de muerte natural”. Y así hubo de ponerlo en el formulario.
 
Una vez cubierto el expediente, la mujer, sin ningún tipo de reparo, alzó los brazos, lanzó un sonoro “¡Siiii!”, e hizo unos pasos de baile canturreando el famoso Pedro Navaja de Rubén Blades.  El médico y el oficial se miraron asqueados.
 
Ya solo quedaba preparar el cuerpo para la mortaja. Pero al rasurar la cabeza del cadáver, algo extraño apareció.  En mitad del cráneo, sobre el cuero cabelludo, se veía un pequeño símbolo. Un tatuaje. El forense se acercó. ¡Era el dibujo una mano haciendo una peineta! Y bajo ella, en tamaño apenas legible, unos garabatos. El médico tomó una lupa y leyó.  Al instante soltó una sonora carcajada.
 
Sin dejar de reír tomó de nuevo el formulario, tachó “muerte natural”  y le pasó la lupa a la mujer que seguía toda la escena con asombre. La viuda se acercó al cráneo pelado de su marido. El degaste de la tinta dejaba entrever que el mensaje llevaba allí mucho tiempo, muchos años, a saber cuántos. Pero por fin había llegado su momento. El grito de la viuda se oyó en toda la planta. Porque aquel tatuaje la ponía en su sitio, sin posibilidad de reclamar nada:   “Doctor, me he suicidado”

jueves, 23 de abril de 2015

RELATO: HAY AMISTADES...

¡Amistades! A algunas de ellas las recuerdo muy vagamente. Llegaron prometiendo mucho, vociferando, agitando los brazos y proclamándolo todo a los cuatro vientos…para luego deshacerse como un azucarillo con el primer aguacero, y acabar difuminándose en el olvido como fugaces fuegos de artificio. Puro teatro.
Encontré también amistades que venían con fecha de decepción, aunque en blanco: a rellenar en el mismo día en que las pusiera a prueba; y otras que, lo reconozco, consiguieron engañarme hasta que descubrí, unas antes otras después, que solo me buscaban por interés.
 
Muchas hubo que pudieron haber sido amistades de verdad pero que, más prácticas y sencillas, no quisieron crecer y se mantuvieron a distancia, cómodas al abrigo de la fiesta y de la noche, sin arriesgarse a atravesar la puerta más allá del “jiji jaja”.
 
Y luego están todas las demás, las verdaderas. Esas permítanme que las deje para otro día…

miércoles, 15 de abril de 2015

RELATO: UN BESO

Con un beso bastaría, con uno solo. Con ese recuerdo le sería suficiente. Ese beso le daría una ilusión a la que aferrarse en los malos momentos, un bastón en el que apoyarse cuando le fallaran las piernas y, aunque brevísima, esa historia de amor que al fin al cabo todos debemos tener.

Pero ¿cómo conseguirlo? ¿cómo arrancárselo si ella ya era de otro? Debía pensar en alguna manera, en algún camino. ¿Y qué si era de otro? Tenía que luchar e intentarlo a toda costa, pues no se concebía envejeciendo sin aquel recuerdo. No quedaba otro remedio que robárselo, que sacárselo sutilmente, sin que ella se diera cuenta.

La ciencia empírica estaba a su favor, pues el hechizo de la noche estrellada bajo la luna serena jamás falló. Si das con el momento y lugar adecuado ocurre que los planetas se alinean, la piel se te pone de gallina y el mundo te parece lejano. Nadie se resiste entonces a que todo parezca relativo. Tan relativo que, por un instante, llega a ser igual quien esté a tu lado, con tal de compartir esa magia. Y justo ahí, en ese momento, junto a ella, debía estar él para compartirlo.

La buscada circunstancia se dio en una fiesta. Ella salió sola al jardín, a respirar la intensidad de la noche y pasear entre las flores. Una vez lejos del ruido y la música se detuvo fijando la mirada en el horizonte, inmóvil, presa de sus pensamientos.

Él la vio desde lejos y acudió a su esperada cita. Caminaba decidido hacia su tesoro, hacia el sentido de su vida: a por el beso de su amada. Poco le importaba que luego lo odiara para siempre: ya entonces tendría su botín, su alimento vital, y eso era lo importante. Atravesó rápidamente el camino hasta ponerse al lado de ella y suspiró hondo mientras alzaba sus ojos hacia una llenísima y blanquísima luna.

-Preciosa noche ¿verdad? – dijo él.

-Sí, increíble – respondió ella sonriendo.

Él cerró los ojos y siguió hablando en el tono más suave y cautivador que le era posible.

-Si cierras lo ojos verás que el mundo se aleja y que lo importante es vivir el presente, el aquí y el ahora. Los momentos mágicos como éste, con la luna, la noche y la brisa, son para vivirlos intensamente –dijo dando un paso hacia ella-. Además –prosiguió-, nunca se sabe si tendrás una segunda oportunidad para sentir el aire fresco de la noche en la cara y poder compartirlo con alguien, con cualquiera que se encuentre a tu lado y sienta lo mismo que tú ¿No crees?- .

Se acercó e intentó tomarla suavemente por la cintura, pero sus brazos se agitaron en el aire sin encontrarla. Abrió los ojos. Ella ya no estaba allí.
Y a él le faltaba la cartera.

domingo, 12 de abril de 2015

RELATO: PLANTA 67

Tomó el ascensor y pulsó el botón de la última planta. La 67. Mientras ascendía se preguntaba si no debía haberlo pensado un poco más antes de subir, pero la decisión ya estaba tomada. Vale que quizá,una vez arriba, aquello le pareciera una locura, pero ahora no…ahora no. Ahora estaba seguro de lo que iba a hacer, de lo que quería hacer.

El visor mostraba las plantas a medida que pasaban : 51,52,53... y estando ya tan cerca de su objetivo algo, quizá el miedo, vino a llenar su cabeza con imágenes sobre la belleza de la vida, sobre el amor de los suyos, sobre el azul del cielo y el olor de las flores…

Cuando el ascensor paró cubrió rápidamente los pocos escalones que conducían a la azotea y, una vez allí, se puso en pié sobre el murillo, sintiendo el aire en la cara. Abajo, en la calle, al final de la enorme caída vertical, veía a las decenas de curiosos que se iban aglomerando para seguir la escalofriante escena.

No se iba a negar a si mismo que en más de una ocasión había pensado en hacerlo, que ya se había imaginado allí arriba cien veces para acabar con todo, para alejarse de un mundo como éste, para decir adiós a tanta maldad, a tanta injusticia, a tanta mierda. Para irse para siempre con una sonrisa cuando él lo decidiera y no cuando le tocara en suerte. Un adiós con orgullo y dignidad ¡Al carajo con todo!

Pero eso sería otro día. Hoy estaba allí, en la planta 67, por otro motivo.  

Te he visto desde abajo y he venido a por ti –dijo al desconocido que amenazaba desde hacía rato con lanzarse al vacío-. Sea lo que sea, no merece la pena.

lunes, 6 de abril de 2015

RELATO: TONTERÍA DE DOMINGO


 Siempre en su peso ideal. Siempre 55. Ni más ni menos. Una auténtica suerte lo de no tener que preocuparse por su físico.
 
En su fortuna, veía con pena y lástima como los demás hacían lo imposible, matándose en el gimnasio y pasando hambre con dietas de puré y acelgas, mientras ella seguía con sus domingos de sofá, atiborrándose a golosinas. Daba igual, ella siempre estaría delgada y esbelta, en sus 55, como una bailarina rusa. ¡Ja!
55 kilos justos pesó toda la vida. Bueno, en realidad no toda la vida, solo hasta aquel domingo en que se le cayó el jabón junto a su vieja pesa y tuvo que agacharse a recogerlo.  

En ese momento se le vino el mundo encima porque, como si una enorme piedra se le hubiera colgado a la espalda, dejó de sentirse ágil y ligera, y sus piernas comenzaron a temblar como si tuvieran que sostener un peso para el que no estaban preparadas.
Miró otra vez. No había duda. La etiqueta del precio, desacertadamente pegada, estaba justo sobre el visor de la pesa. 55€

martes, 31 de marzo de 2015

RELATO : EL BUFÓN

El grotesco hombrecillo intentó realizar una torpe pirueta y cayó aparatosamente sobre su espalda, dando un alarido y mostrando una mueca de dolor. Los nobles que acompañaban al Rey estallaron en una sonora carcajada pues, noche tras noche, la fealdad y malformación de aquel hombrecillo, junto a su ridículo deseo de agradar, provocaban la algarabía de los muchos comensales que se divertían compitiendo en puntería, arrojando frutas y sobras al pequeño personajillo.
 
Y en eso estaban todos de nuevo, riendo y mofándose del deforme bufón, cuando el rey hubo de atender a su siguiente asunto: un anciano campesino atrasado en el pago de sus tributos.
El déspota monarca apenas si hizo caso al viejo harapiento postrado ante él, pues preso de la risa seguía pendiente de las payasadas del bufón. Éste se puso detrás del campesino imitando burdamente su cara y sus gestos vulgares, provocando un último y feroz ataque de risa en todo el salón real. Las carcajadas eran ya incontrolables, y el rey estaba de tan buen humor que alzó su pulgar perdonando al pobre anciano, que no podía creerse su suerte.
Mientras retrocedía entre reverencias, el viejo no dejaba de mirar con ojos agradecidos a aquel deforme ser que, sin duda, le había salvado la vida. El bufón simuló una mueca y le picó un ojo. Luego continuó con su actuación escondiendo una sonrisa para sí. Una vida más.
FIN
PD: Si piensas que los bufones han desaparecido, estás muy equivocado. Muy al contrario, crearon estirpe y dejaron huella. Claro que tuvieron que adecuar sus motivos y formas al devenir de los tiempos, pero siguen entre nosotros.
Son los desatascadores. Los que generosamente anteponen la buena sintonía a su propio cartel e imagen, ofreciéndose como diana fácil sin dudarlo por un momento. Son la argamasa, el pegamento y el sostén. Son los que, cuando es necesario, desengrasan las mentes iniciando la broma sobre sí mismos (sin saber hasta donde podrá llegar), plenamente conscientes de que nada une tanto al grupo como reírse juntos de un mismo alguien.
Tómate tiempo un día, acércate a alguno de ellos tras su actuación y, en un rincón apartado lejos de miradas, háblale de tú a tú. Verás entonces cómo su cuerpo deforme se yergue, cómo toma altura y se incorpora desencorvando la espalda; verás cómo se dulcifica la mueca de su cara y cómo su voz chillona desaparece dejando paso a un tono grave y sensato. Y me juego lo que quieras a que encontrarás a un ser excepcional, inteligente y generoso que, muy por encima de caras, pantomimas y ridículos, es plenamente consciente de lo realmente importante en la vida. Te aseguro que a partir de ese día lo mirarás con respeto. Y entenderás porqué no todo el mundo puede ser bufón.

lunes, 30 de marzo de 2015

RELATO:SOMBRAS

Fue en la noche del gran eclipse. Exactamente en el instante en el que la luna dejó de verse, oscurecida por la sombra de nuestro querido planeta tierra. Fue exactamente en ese momento, lo recuerdo bien, cuando las sombras enloquecieron.
 
Si, nuestras sombras, las que nos acompañan siempre, decidieron ser libres.
 Aunque tuvieron que seguir pegadas a nosotros, pues solo podían existir por nuestra interposición con el sol, sí que adquirieron conciencia propia, de manera que ya nunca se sintieron obligadas a obedecer a su señor.
Aquella emancipación, aquella rebeldía, aunque divertida en un principio, no podía durar mucho tiempo. Y eso es algo fácilmente entendible desde que, por ejemplo, podía verse a un hombre aparentando interés en la charla de un amigo, mientras que su sombra dormía a pierna suelta; o a otro caminar recto junto a su pareja, mientras su sombra se volvía a ver el trasero de la que acababa de pasar.
Ahora nuestras sombras nos delatan y ya no hay lugar para el disimulo y el cinismo. Hay nuevas reglas de juego y nos llevará unas cuantas generaciones reeducarnos para seguirlas. Habrá que recuperar los valores de los viejos tiempos, cuando pensamiento y acto iban de la mano y la verdad ganaba siempre la partida al engaño.
Tal inesperada situación ha cambiado el mundo y así, mientras trabajamos en una cura y buscamos la solución, solo nos ha quedado una alternativa : vivir como vampiros de película, dormir de día y trabajar de noche, evitando al sol para que la verdad siga escondida, y no ser cazados en la mentira, ni descubiertos bajo el disfraz.