martes, 31 de marzo de 2015

RELATO : EL BUFÓN

El grotesco hombrecillo intentó realizar una torpe pirueta y cayó aparatosamente sobre su espalda, dando un alarido y mostrando una mueca de dolor. Los nobles que acompañaban al Rey estallaron en una sonora carcajada pues, noche tras noche, la fealdad y malformación de aquel hombrecillo, junto a su ridículo deseo de agradar, provocaban la algarabía de los muchos comensales que se divertían compitiendo en puntería, arrojando frutas y sobras al pequeño personajillo.
 
Y en eso estaban todos de nuevo, riendo y mofándose del deforme bufón, cuando el rey hubo de atender a su siguiente asunto: un anciano campesino atrasado en el pago de sus tributos.
El déspota monarca apenas si hizo caso al viejo harapiento postrado ante él, pues preso de la risa seguía pendiente de las payasadas del bufón. Éste se puso detrás del campesino imitando burdamente su cara y sus gestos vulgares, provocando un último y feroz ataque de risa en todo el salón real. Las carcajadas eran ya incontrolables, y el rey estaba de tan buen humor que alzó su pulgar perdonando al pobre anciano, que no podía creerse su suerte.
Mientras retrocedía entre reverencias, el viejo no dejaba de mirar con ojos agradecidos a aquel deforme ser que, sin duda, le había salvado la vida. El bufón simuló una mueca y le picó un ojo. Luego continuó con su actuación escondiendo una sonrisa para sí. Una vida más.
FIN
PD: Si piensas que los bufones han desaparecido, estás muy equivocado. Muy al contrario, crearon estirpe y dejaron huella. Claro que tuvieron que adecuar sus motivos y formas al devenir de los tiempos, pero siguen entre nosotros.
Son los desatascadores. Los que generosamente anteponen la buena sintonía a su propio cartel e imagen, ofreciéndose como diana fácil sin dudarlo por un momento. Son la argamasa, el pegamento y el sostén. Son los que, cuando es necesario, desengrasan las mentes iniciando la broma sobre sí mismos (sin saber hasta donde podrá llegar), plenamente conscientes de que nada une tanto al grupo como reírse juntos de un mismo alguien.
Tómate tiempo un día, acércate a alguno de ellos tras su actuación y, en un rincón apartado lejos de miradas, háblale de tú a tú. Verás entonces cómo su cuerpo deforme se yergue, cómo toma altura y se incorpora desencorvando la espalda; verás cómo se dulcifica la mueca de su cara y cómo su voz chillona desaparece dejando paso a un tono grave y sensato. Y me juego lo que quieras a que encontrarás a un ser excepcional, inteligente y generoso que, muy por encima de caras, pantomimas y ridículos, es plenamente consciente de lo realmente importante en la vida. Te aseguro que a partir de ese día lo mirarás con respeto. Y entenderás porqué no todo el mundo puede ser bufón.

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