Nos tropezamos en un pasillo de
la librería, y libros y bolsas rodaron por el suelo. Ambos nos agachamos a enmendar
el desastre y, al incorporarnos, nuestras miradas se encontraron. Fue
instantáneo, casi eléctrico. Las chispas saltaron y la situación se hizo intensa por
momentos. Ninguno apartaba los ojos, ninguno movía un músculo.
Ya
no éramos dos jovencitos, y estaba claro
que entre los dos acumulábamos años, experiencias y golpes de sobra, así que allí ya no cabía la timidez. Estuvimos
inmóviles un buen rato, mirándonos frente a frente, analizándonos las
expresiones y oyéndonos las respiraciones, sin que ninguno quisiera renunciar
ni dar un paso atrás. Si tenía que ser así, pues adelante; esta vez iríamos con todo, sin dejar
nada en el tintero...y que sea lo que Dios quiera.
Ella desvió su mirada por un instante a lo que ocultaba con su mano, sobre
el suelo. Y yo, por fin, hablé:
Esos 20 Euros son míos. Te
arranco la mano, hija de puta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario