martes, 7 de julio de 2015

RELATO: VIDAS SECUNDARIAS

Nacieron a destiempo y a despropósito. Desde un principio, las suyas fueron vidas predestinadas, prisioneras, paridas tan sólo para dar brillo a otras existencias más ilustres. Tan solo secundarios prescindibles en la gran historia de otro. Nada más.

Se les impuso el enorme sacrificio de vivir sin elección, sin el sagrado derecho de decidir por si mismos, ya fuera para hacer de su existencia algo interesante o simplemente para tirarla por el retrete.

¡Y cómo los habían retratado! En realidad no eran tan tontos, ni tan malos, ni tan patéticos, pero era lo requerido para realzar el ingenio, la bondad y la grandeza del héroe de turno. Eran una mera necesidad comparativa.

Cada viernes, tras sus respectivas funciones, quedan todos en el café, hacen piña entre ellos y se interesan los unos por los otros, consolándose mutuamente por sus abandonos y olvidos.  Por supuesto, cada viernes, a los demás clientes del café les resulta insufrible esa reunión de feos, mediocres, tullidos y marginados de la que de cuando en cuando escapa alguna carcajada de villano o un gruñido de ogro feroz –únicas risas y voces que tienen-. Y tanta repulsa generan en la parroquia del local, que todos miran con curiosidad y asco, preguntándose cuándo, de una vez por todas, llegará algún apuesto protagonista, un héroe de verdad, dispuesto a cortar algunas cabezas y a poner fin a tanta fealdad. ¡Las cosas en su sitio, por favor!

En esas tardes de tertulia, lejos de sus vidas en la sombra, se sienten bien y se relajan sabiéndose entre iguales. La madrastra suele pedir la merienda para todos  y, como siempre, el leñador de horrible cicatriz se despacha a gusto con el chocolate mientras la bruja de Hansel y Gretel hace lo propio con los churros. También como siempre, Mudito pide su café por señas mientras acaricia al bellísimo y majestuoso cisne que se sienta a su lado y que arranca murmullos en el público de la sala, sorprendido al contemplar la más pura belleza entre tan horrenda compañía.
El ave se deja acariciar, feliz. Está con los suyos, con quienes sabe que la aceptan por ser como es, y no por su aspecto de cisne de cuento. Quizá su nombre puede resultar engañoso e incierto, pero sus amigos saben que su corazón no lo es. Para ellos es su querido Patito feo, y lo será para siempre.
Un bonito final de cuento y unas cuantas plumas no pueden cambiar eso.

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