lunes, 8 de febrero de 2016

RELATO : LA TARA

Nadie quería hacerse cargo. Todos se buscaban un pretexto, o una excusa. Y era comprensible. Incluso las personas de mi máxima consideración, algunos de ellos casi héroes con años de lucha y sacrificio en las causas más perdidas, pasaban de largo y aceleraban el paso escurriendo el bulto al verlo. Porque aquel caso era duro, durísimo, exigía demasiado: demasiada entrega, demasiada compasión, demasiada solidaridad…demasiado de todo.
 
En mi infinita ignorancia mi corazón me decía que, tarde o temprano, algún alma grande y caritativa acabaría por prestarse a tan enorme tarea. Que aquel ser, víctima de tan horrible minusvalía, no terminaría sus días solo y olvidado y que, sin duda, el gran hacedor mostraría su piedad enviándole a alguien -más santo que persona-, que lo atendiera y cuidara.
Aun sabiendo que yo no tenía por qué hacerme responsable, me avergonzaba mi falta de solidaridad. Mi conciencia me flagelaba día y noche llamándome cobarde y arrastrándome a una constante lucha contra mi sentimiento de culpabilidad. Pero era demasiado para mí. Mi cuerpo y mi mente no lo resistirían.
Aún recuerdo mi último intento por parecer un ser compasivo. Tras acercarme a él, apenas si aguanté unos minutos antes de que en mi cara se dibujara una mueca de asco. Al instante giré mi silla de ruedas y me alejé de su lado. Sí, lo reconozco, admito que dejé allí solo y a su suerte a aquel ser ególatra, egoísta y despreciable que no dejaba de hablar de sí mismo. ¡Dios mío, que terrible tara!
¿Algún voluntario?  Yo me rindo, aunque tenga que vivir con ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario