viernes, 22 de agosto de 2014

RELATO DE ARENA

Se conocieron en la playa en una mañana de verano, jugando a encontrar conchas y caracolas en la arena. En ese día se prometieron volver y desde entonces, a pesar de los años y la vida, siguen escapándose a su pequeña cala siempre que pueden, como si de un santuario se tratara. Con el tiempo se hicieron con una casita junto a la arena y allí, a la entrada, en un viejo cofre de motivos marinos, guardan los trofeos que han ido encontrando a lo largo de los años. Esos cientos de conchas y caracolas son su botín, la prueba de su felicidad y de su constancia. Su tesoro. Su gloriosa victoria frente al día a día.
Los dos sufrieron antes y, por tanto, saben y conocen. Los dos son conscientes. ¡Hay que cuidarlo!¡Hay que mimarlo!. Por eso, temerosos del destino, él sale sigilosamente de noche y esconde algunas caracolas bajo las algas de la playa; y ella cada mañana, mientras pasea por la orilla, deja caer disimuladamente algunas conchas que lleva en su bolso, enterrándolas con su pie bajo la arena.
Y así siguen, jugando a encontrar conchas y caracolas en la arena como en aquel lejano primer día. Y si bien es cierto que la sorpresa en cada hallazgo es fingida, la alegría no lo es porque saben que cada caracola escondida es un "no puedo vivir sin ti", y que cada concha enterrada es un "quiero morir contigo".

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