En el alma del hombre está la
repuesta. No queda otro camino. Hay que apelar a la humanidad latente en nosotros,
a las fibras de nuestro ser, a los genes de nuestros ancestros, antes de que se
pierda para siempre todo aquello que nos distingue de los animales.
La historia nos lo dice: Fueron
siempre unos pocos los que manipularon a muchos para alcanzar gloria, riqueza y
poder. Nunca existió un padre que de verdad quisiera enviar a su hijo a luchar
y a morir a la batalla, y jamás madre alguna deseó que se arrasara la aldea
vecina y violaran a todas sus niñas. Todo horror, toda venganza, sucedió
siempre porque una bestia inhumana quiso iniciarla en su propio interés. El ser
humano no es un animal, porque si lo fuera todo estaría perdido.
El error de base –el fallo
capital-, ha sido creer que un “ser
humano” es todo aquello que tenga forma humana y haya nacido de la unión de un hombre
y una mujer. Y no es así, no lo es. Un
“ser humano” -uno auténtico- tiene emociones, sufre -o al menos siente vergüenza- con el dolor de los demás, siente empatía instintiva
hacia los desfavorecidos, se indigna ante la injusticia y la impotencia y es, por
encima todo, compasivo.
Y ha sido precisamente la bondad
del ser humano, su inocencia, lo que ha dado
alas a esas bestias que medran entre nosotros. Son alimañas que han sabido trepar
a lo más alto para masacrarnos a todos sin piedad. ¡Miserables!
Pero cierro los ojos. Y tomo
aire.
Y entonces veo, allá a lo lejos,
en mi utopía, las siluetas de los que van a salvarnos a todos. Son pocos, y nunca
conscientes de su fuerza real, de su poder y de sus propias posibilidades. Pero
plenos de talento, de talento y de magia. Con su peculiar arsenal pueden separar
lo humano de lo animal, saben cómo se debe luchar contra el instinto: siempre a
base de sensibilidad e imaginación. Gracias a ellos y solo a ellos podremos
empezar de nuevo, desde cero si es preciso.
Son los poetas y sus poesías, los
mal llamados soñadores -¿soñadores? ¿Por qué? ¿Quién lo dice? ¿Quién determina
lo que puede llegar a ser realidad y lo que no?- Yo los veo en mi utopía.
¡Ellos nos devolverán la dignidad
perdida! ¡Y hay tantos a los que seguir! : Cyrano, Lorca, el principito, Whitman,
Neruda… Genios, genios tan lejos de las bestias como el día de la noche.
Tan solo de su mano aprenderemos
a confiar más en quien dio una limosna que en quien sacó una matrícula en
Harvard; solo con ellos sabremos dar el mando, sin temor, al que acogió a un
sin techo y no al de la foto con sonrisa de cartel, y nos atreveremos a encumbrar
a los mil héroes anónimos que ayudan al prójimo al lugar que les corresponde; el
que hoy ocupan esos cascarones vacíos que alimentan noticieros y tertulias.
Yo sé que mi utopía no está sola,
sé que viaja junto a mucha gente común,
sin más aspiraciones que las justas. Sé que camina en la mejor compañía, con los
que jamás levantarán la mano por entender que postularse para mandar es ya de
por sí un acto arrogante y pretencioso; un acto impensable en Cyrano, e
irracional para el principito.
Con ellos, con Whitman, con
Lorca, con Neruda y con otras mil utopías, como una más, viaja la mía.
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