Nunca
se sabe cuando ESA COSA aparece, ni porqué. A veces le da por saltar a lo loco
sobre tu espalda, desde una ventana o un cuarto piso; otras sale a tu encuentro
disimuladamente, pidiéndote fuego o preguntándote la hora para abalanzarse
sobre ti al menor descuido y, a veces, incluso, se limita a caminar a tu lado
ajustando su paso al tuyo, sin que apenas te des cuenta de su presencia, hasta
que ya es demasiado tarde y no sabes estar sin su compañía.
En
cualquier caso, sea como fuere, debes saber que ESA COSA de rostro
angelical puede abrirte en canal con un solo mandoble de su espada, o ahogarte
lentamente bajo una inesperada y tupida lluvia de flores y hojas secas, o - es
lo que más le gusta- arrancarte el corazón de cuajo dejándolo latir en sus
manos unos interminables segundos, antes de aplastarlo sin piedad.
Puede
hacerlo. Todo esto puede hacerlo ESA COSA en un instante. No lo dudes ni por un
momento.
Otras
muchas veces le da por jugar al gato y al ratón contigo antes de asestarte su
golpe final. En esas ocasiones aprovecha cobardemente tu miedo a la soledad
para burlase de ti; te hipnotiza poniendo ante tus ojos una felicidad irreal, o
una esperanza ciega, o una ilusión ficticia; falsos espejismos. Colorea
cruelmente tus fantasías para luego ir difuminándolas poco a poco, hasta
dejarlas en un triste tono gris.
Y es que nada hay más cruel que ESA COSA, si
quiere serlo.
Pero
lo más importante es sin duda saber que, ya sea dulce o cruel, ya venga llena
de verdades o de mentiras, nunca -NUNCA- debes despreciarla. Porque ESA COSA es
lo que al final da sentido a todo y por lo que en realidad estamos aquí. Es el
madero que queda flotando tras cada naufragio, y al que tendrás que agarrarte
para seguir respirando.
Así
que ya sabes. Da igual si te ha tocado ser maltratado o bendecido, da igual que
ESA COSA te haya abierto cien veces en canal o que otras tantas veces te haya
arrancado el corazón. Da igual si hizo de tu vida un maravilloso paseo entre
frutales o el infierno más absoluto. Da igual.
Tú no
olvides jamás que mientras estuviste por aquí nunca te rajaste, que siempre que
ESA COSA quiso jugaste a su juego, con sus caprichosas reglas. Y no olvides que
lo jugaste sin miedo, hasta el final. Es preciso que no lo olvides porque así,
cuando te llegue el día, te irás con mil cicatrices pero con el orgullo
intacto y sabiendo que, digan lo que digan, ha merecido la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario